Para ulular lastimeramente:
El amateurismo de unos "actores" juveniles que deben aguantar con su más o menos acneica presencia los alargadísimos planos de Van Sant: en efecto, en más de una ocasión nos acaba costando compartir la fascinación del realizador por Gabe Nevins, de quien parece que quedó prendado al visitar su página de MySpace ("creepy" -murmuramos todos a una...).
Para aullar efusivamente:
El jugo emocional que Van Sant logra extraer de una historia que daba para un corto y gracias (de hecho, puesto que el film adapta una novela de Blake Nelson, es de suponer que el director haya optado voluntariamente por esa desnudez argumental). El contraste entre las toscas secuencias de onirismo skater y los bellísimos, pictóricos planos marca de la casa. Su fragmentación cronológica, en absoluto evidente o forzada. Su dramático uso del sonido (véase el plano de la ducha del protagonista, trabajado de forma muy similar a varias secuencias de Last Days). Y que, a diferencia de la citada Last Days, Van Sant no lo eche todo a perder con un final lamentable.
El consejo crepuscular:
Olvídese del genitalismo propio de Larry Clark y de la falta de materia gris de American Pie y similares: he aquí un retrato de la adolescencia en las barras y estrellas que apela a las entrañas adecuadas, tan emotivo como susceptible de análisis más cerebrales. Su tono lento y preciosista, eso sí, invita a visionarlo desde un humor tirando a paciente.
El amateurismo de unos "actores" juveniles que deben aguantar con su más o menos acneica presencia los alargadísimos planos de Van Sant: en efecto, en más de una ocasión nos acaba costando compartir la fascinación del realizador por Gabe Nevins, de quien parece que quedó prendado al visitar su página de MySpace ("creepy" -murmuramos todos a una...).
Para aullar efusivamente:
El jugo emocional que Van Sant logra extraer de una historia que daba para un corto y gracias (de hecho, puesto que el film adapta una novela de Blake Nelson, es de suponer que el director haya optado voluntariamente por esa desnudez argumental). El contraste entre las toscas secuencias de onirismo skater y los bellísimos, pictóricos planos marca de la casa. Su fragmentación cronológica, en absoluto evidente o forzada. Su dramático uso del sonido (véase el plano de la ducha del protagonista, trabajado de forma muy similar a varias secuencias de Last Days). Y que, a diferencia de la citada Last Days, Van Sant no lo eche todo a perder con un final lamentable.
El consejo crepuscular:
Olvídese del genitalismo propio de Larry Clark y de la falta de materia gris de American Pie y similares: he aquí un retrato de la adolescencia en las barras y estrellas que apela a las entrañas adecuadas, tan emotivo como susceptible de análisis más cerebrales. Su tono lento y preciosista, eso sí, invita a visionarlo desde un humor tirando a paciente.
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