Cual cierta muralla a China, la ambición y dimensiones de Yankee Hotel Foxtrot lo condenan a atravesar por la mitad la trayectoria discográfica de Wilco en particular y la americana de esta década en general. Toda una distracción para quien observe (escuche) desde la lejanía espacial y, en consecuencia, haya ido descartando sucesivamente: a) A Ghost is Born, por su ruidoso paroxismo; b) Sky Blue Sky, por sus prolongados solos de guitarra; y c) el presente Wilco, por su indefinición y/o carácter supuestamente aglutinador de cuanto Jeff Tweedy y compañía han venido sugiriendo durante los últimos quince años. Sucede, no obstante, que Wilco trascendió hace tiempo los límites de un lanzamiento puntual; que la suya es una experiencia integral sólo cuantificable desde la superposición de varios niveles paralelos. De ahí la musicalidad de cinco minutos de absoluta distorsión eléctrica. De ahí la belleza que los solos de Impossible Germany llegan a alcanzar en directo. De ahí que un primer single titulado Wilco en un álbum bautizado como Wilco a cargo de una banda conocida como Wilco vaya mucho más allá de la mera anécdota o la gracia no muy sobrada de ídem. Tras él (pues también abre el disco), aguardan diez composiciones tan variadas como bellas en su propuesta melódica (dúo con Feist incluido). Y la convicción de que todo ello no puede más que desplegarse en busca de la perfección definitiva con las sucesivas escuchas, su ejecución en concierto, el paso del tiempo...
(Esta reseña apareció en el número de junio de Go Mag)
(Esta reseña apareció en el número de junio de Go Mag)
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