Para ulular lastimeramente:
Que la sucesión de peleas y explosiones nos lleve a deducir que el experimento pertenece antes a Joel Silver que a Guy Ritchie. El tedio que ello conlleva. Un guión que jamás invita al espectador a involucrarse en la historia. La apelmazada fotografía de interiores de Philippe Rousselot. Y el espectacular miscasting de las dos actrices más o menos principales, Rachel McAdams y Kelly Reilly.
Para aullar efusivamente:
Robert Downey Jr. La química entre Robert Downey Jr. y Jude Law. El muy evidente trasfondo homoerótico del relato. Los ímprobos esfuerzos de Mark Strong por no sobreactuar en el papel del malvado Lord Blackwood. Los dos instantes contados en que recordamos estar ante una película de Guy Ritchie. La mortecina fotografía de exteriores de Philippe Rousselot. Y su clímax, tanto por el escenario donde tiene lugar como por poner un poco de lógica en todo el asunto: ¿alguien concebía un noviembre londinense sin una sola gota de lluvia?
El juicio crepuscular:
Tres palabras señalan la altura del primer listón: Robert - Downey - Jr. A quien no lo haya superado (por no decir tragado) antes, debemos sugerirle que elementalmente desista de acudir a la sala de cine. El segundo viene marcado por el grado de filia literaria: masoquismos aparte, absténganse también todos aquellos que en alguna ocasión hayan peregrinado a las cataratas de Reichenbach o visiten el 221b de Baker Street al menos una vez al año. Finalmente, la tercera prueba: ¿tiene algo mejor que hacer? ¿Pasear al perro? ¿Observar las nubes? ¿Leer la Divina Comedia? Pues ya lo sabe...
Que la sucesión de peleas y explosiones nos lleve a deducir que el experimento pertenece antes a Joel Silver que a Guy Ritchie. El tedio que ello conlleva. Un guión que jamás invita al espectador a involucrarse en la historia. La apelmazada fotografía de interiores de Philippe Rousselot. Y el espectacular miscasting de las dos actrices más o menos principales, Rachel McAdams y Kelly Reilly.
Para aullar efusivamente:
Robert Downey Jr. La química entre Robert Downey Jr. y Jude Law. El muy evidente trasfondo homoerótico del relato. Los ímprobos esfuerzos de Mark Strong por no sobreactuar en el papel del malvado Lord Blackwood. Los dos instantes contados en que recordamos estar ante una película de Guy Ritchie. La mortecina fotografía de exteriores de Philippe Rousselot. Y su clímax, tanto por el escenario donde tiene lugar como por poner un poco de lógica en todo el asunto: ¿alguien concebía un noviembre londinense sin una sola gota de lluvia?
El juicio crepuscular:
Tres palabras señalan la altura del primer listón: Robert - Downey - Jr. A quien no lo haya superado (por no decir tragado) antes, debemos sugerirle que elementalmente desista de acudir a la sala de cine. El segundo viene marcado por el grado de filia literaria: masoquismos aparte, absténganse también todos aquellos que en alguna ocasión hayan peregrinado a las cataratas de Reichenbach o visiten el 221b de Baker Street al menos una vez al año. Finalmente, la tercera prueba: ¿tiene algo mejor que hacer? ¿Pasear al perro? ¿Observar las nubes? ¿Leer la Divina Comedia? Pues ya lo sabe...
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