Lo texano es a Estados Unidos como lo gracienco a Barcelona o lo vasco al resto de la Península: una especificidad en la que la diferencia parece doble por el orgullo que tradicionalmente conlleva. El estado de la estrella solitaria perteneció a España, Francia y México; vivió ocho años como república independiente, se unió a su vecino del norte para evitar ser conquistado de nuevo por su vecino del sur y aún tuvo arrestos, cuando la guerra civil, para añadir una sexta bandera a su historial: la confederada. Pueblo terco e idealista, oigan, que tiene en la masacre de El Álamo uno de sus mitos fundacionales y que, sin importarle la imagen que pueda proyectar ante el resto del mundo, defenderá a sangre y fuego cualquier forma de injerencia por parte de ese mismo resto del mundo.
Lección de historia y psicología colectiva que viene a cuento en esta reseña musical, pueden creerlo, por un doble motivo. Fondo y forma, mismamente. Micah Paul Hinson, nacido en Memphis pero criado y formado en la localidad texana de Abilene, viene diferenciando sus trabajos discográficos no a través de un lema claro y sí por el nombre que otorga a su supuesta banda de acompañamiento: The Gospel of Progress, The Opera Circuit, The Red Empire Orchestra… Y, en el caso que nos ocupa, The Pioneer Saboteurs, inspirándose en el poema de Hojas de hierba con el que Walt Whitman rindió épico homenaje a los protagonistas anónimos de la conquista del Oeste. Filiación lírica que no resulta baladí en lo ideológico: en una reciente entrevista con The Quietus, el amigo tachaba a Obama de “asesino del Sueño Americano” por su política “socialista”; no en vano, “América es un lugar en el que puedes hacer que sucedan cosas maravillosas y en el que también puedes cagarla terriblemente, y creo que hay una belleza tremenda en eso”. Para Micah P. Hinson, que niega ser un “jodido republicano”, el actual presidente es una “celebridad” cuyas posturas en temas de sanidad, por ejemplo, atentan contra la suma de libertades individuales que, a bordo de carretas, esgrimiendo sus pistolas y sus hachas, construyeron el país. Y quien dice el país dice Texas.
(Hay también en estos doce cortes amor y muerte contemporáneos, pero tal mención nos conducirá del contenido al continente.) Es sabido que la voz profunda y las posibilidades que le presta un historial torturado conforman el plato fuerte de la casa. Tras la sorpresa inicial, la propuesta venía decayendo, con el habitual disco de versiones como plasmación última de la escasez de ideas. Aquí, no obstante, la cosa vuelve a mostrarse tan fecunda como bella. Y la explicación, más allá de las cuerdas que abren, puntúan y cierran el disco, apunta al sonido que el productor Matt Pence ha heredado de su experiencia como mezclador y batería de Centro-Matic y South San Gabriel. Sonido turbio y poliédricamente americano que cabe situar, pues, en torno a la localidad de Denton. A la sazón, Denton, Texas.
Lección de historia y psicología colectiva que viene a cuento en esta reseña musical, pueden creerlo, por un doble motivo. Fondo y forma, mismamente. Micah Paul Hinson, nacido en Memphis pero criado y formado en la localidad texana de Abilene, viene diferenciando sus trabajos discográficos no a través de un lema claro y sí por el nombre que otorga a su supuesta banda de acompañamiento: The Gospel of Progress, The Opera Circuit, The Red Empire Orchestra… Y, en el caso que nos ocupa, The Pioneer Saboteurs, inspirándose en el poema de Hojas de hierba con el que Walt Whitman rindió épico homenaje a los protagonistas anónimos de la conquista del Oeste. Filiación lírica que no resulta baladí en lo ideológico: en una reciente entrevista con The Quietus, el amigo tachaba a Obama de “asesino del Sueño Americano” por su política “socialista”; no en vano, “América es un lugar en el que puedes hacer que sucedan cosas maravillosas y en el que también puedes cagarla terriblemente, y creo que hay una belleza tremenda en eso”. Para Micah P. Hinson, que niega ser un “jodido republicano”, el actual presidente es una “celebridad” cuyas posturas en temas de sanidad, por ejemplo, atentan contra la suma de libertades individuales que, a bordo de carretas, esgrimiendo sus pistolas y sus hachas, construyeron el país. Y quien dice el país dice Texas.
(Hay también en estos doce cortes amor y muerte contemporáneos, pero tal mención nos conducirá del contenido al continente.) Es sabido que la voz profunda y las posibilidades que le presta un historial torturado conforman el plato fuerte de la casa. Tras la sorpresa inicial, la propuesta venía decayendo, con el habitual disco de versiones como plasmación última de la escasez de ideas. Aquí, no obstante, la cosa vuelve a mostrarse tan fecunda como bella. Y la explicación, más allá de las cuerdas que abren, puntúan y cierran el disco, apunta al sonido que el productor Matt Pence ha heredado de su experiencia como mezclador y batería de Centro-Matic y South San Gabriel. Sonido turbio y poliédricamente americano que cabe situar, pues, en torno a la localidad de Denton. A la sazón, Denton, Texas.
(Esta reseña ha aparecido en el número de verano de Go Mag)
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