Toda posición endogámica requiere de unos límites marcados con rotulador de punta gruesa. Y, como es bien sabido, nadie fija mejor las fronteras de uno mismo que su propio vecino. Gracias a la política neo-isabelista del último Gobierno Aznar, los nacionalismos vivieron una legislatura de efervescencia. Difícil sin duda, pero también coherente y ciertamente productiva.
La Era del Talante, por el contrario, les está haciendo mucho daño. Que Zapatero se haya atrevido a llevar la voz cantante en el País Vasco ha dejado al PNV en una muy mediocre tierra de nadie; de ahí que, cada vez que alguien levanta una piedra en Euskadi, debajo aparezca Ibarretxe ofreciéndose a tender algún puente y realizando declaraciones tan intrascendentes que más que lehendakari el amigo parece, si eso, el segundo entrenador de la Real Sociedad.
E incluso peor pintan las cosas en una ERC desarmada por la aceptación de este Estatut tirando a razonable y, sobre todo, por el pacto Zapatero-Mas. Así, sus simpatizantes están comenzando a comprender que en el próximo referéndum deben votar "ni sí ni no ni blanco ni negro sino más bien todo lo contrario (pero...)". Y la política catalana, con Groucho Maragall a la cabeza, sigue siendo nuestra versión de andar por casa del legendario hotel de los líos.
La Era del Talante, por el contrario, les está haciendo mucho daño. Que Zapatero se haya atrevido a llevar la voz cantante en el País Vasco ha dejado al PNV en una muy mediocre tierra de nadie; de ahí que, cada vez que alguien levanta una piedra en Euskadi, debajo aparezca Ibarretxe ofreciéndose a tender algún puente y realizando declaraciones tan intrascendentes que más que lehendakari el amigo parece, si eso, el segundo entrenador de la Real Sociedad.
E incluso peor pintan las cosas en una ERC desarmada por la aceptación de este Estatut tirando a razonable y, sobre todo, por el pacto Zapatero-Mas. Así, sus simpatizantes están comenzando a comprender que en el próximo referéndum deben votar "ni sí ni no ni blanco ni negro sino más bien todo lo contrario (pero...)". Y la política catalana, con Groucho Maragall a la cabeza, sigue siendo nuestra versión de andar por casa del legendario hotel de los líos.
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