Nick Hornby -esto no sorprenderá a nadie- es fan del Arsenal. Tanto que, aquella ocasión en la que coincidí con él en casa de A.L. para ver un partido de Champions entre el Barça y un equipo griego o turco, se pasó la noche berreando “Go Marky Mark!” cada vez que Overmars (ex jugador de los Gunners) realizaba una de sus improductivas carreras por la banda. Por lo demás, se me antojó un sujeto en extremo afable, con un buen gusto futbolístico notable para haberse criado en la tierra del patadón palante. Ah, pero por entonces Arsene Wenger ya estaba haciendo maravillas en el banquillo de Highbury…
Desde aquella lejana velada, se me hace inevitable pensar en Hornby cada vez que conozco un resultado del Arsenal. Cuando, esta misma temporada, los londinenses apabullaron durante quince minutos de fantasía al Manchester United en Old Trafford para acabar perdiendo 2-0, no me costó demasiado visualizar la decepción adueñándose del óvalo achatado de su rostro...
Y sucede que, mañana, el equipo de mis amores se enfrenta al equipo de sus amores en el partido más importante del mundo en lo que a competición de clubes se refiere. Y no lo lamento en absoluto, pues por fin el fútbol de fantasía se ha impuesto a rodillos germánicos y telarañas italianas varias. Así que suerte, Nick. Y, desde luego, que gane el mejor…
Desde aquella lejana velada, se me hace inevitable pensar en Hornby cada vez que conozco un resultado del Arsenal. Cuando, esta misma temporada, los londinenses apabullaron durante quince minutos de fantasía al Manchester United en Old Trafford para acabar perdiendo 2-0, no me costó demasiado visualizar la decepción adueñándose del óvalo achatado de su rostro...
Y sucede que, mañana, el equipo de mis amores se enfrenta al equipo de sus amores en el partido más importante del mundo en lo que a competición de clubes se refiere. Y no lo lamento en absoluto, pues por fin el fútbol de fantasía se ha impuesto a rodillos germánicos y telarañas italianas varias. Así que suerte, Nick. Y, desde luego, que gane el mejor…
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