…y, en el momento de redactar estas líneas, faltan sólo dos días para la hora FF.
Lo confieso: me duele la cabeza. Culpa de las demasiadas horas que he pasado hoy al sol, caminando de un lado al otro de este santo pueblo en busca de alguien que se apiadara de mí y me pasara la información. Loretta no tiene problema. Loretta cuenta con un padre al que le sale la pasta por las orejas, con palco propio en White Hart Lane. Loretta saca un par de billetes de la cartera, pone su mejor cara de estudiante de Arte del King’s Cross College y vuelve cinco minutos más tarde con la localización exacta del hotel de Dave Gahan y compañía. Yo, en cambio, he de buscarme la vida. Y no es que me tire demasiado la posibilidad de felar a un roadie…
Total, que me he buscado la vida sin recurrir al noble y a menudo descuidado arte del sexo oral. He caminado bajo el sol en busca de tiendas de discos, puntos de información turística, cualquier pardillo con pinta de periodista musical… Y mira que los de prensa son de lo más estirado… si es que cuando te acercas a ellos demasiado ponen cara de horror absoluto, como si estuvieras a punto de robarles el botellín de Coca-Cola que habrán pillado de alguna nevera gratuita…
(De paso, mientras iba arriba y abajo, he reparado en un hecho muy curioso. Aquí todo el mundo es inglés. He visto a más ingleses en una sola mañana que en dos días de compras por el centro de Londres. En realidad, sólo hay dos lugares en el mundo donde haya visto a tantos ingleses juntos, un pub y Benicàssim, y ninguno de ellos se encuentra necesariamente en Inglaterra.)
Y eso, que he fracasado vilmente. Nadie ha sabido o querido indicarme dónde se alojarán Kapranos y compañía. Así que he regresado al hotel (mi futuro suegro no quiso oír hablar de zona de acampada) y me he tirado en la cama, con un dolor de cabeza del tamaño de Trafalgar Square. Entonces Loretta se ha compadecido de mí, y me ha invitado a almorzar. Cuando íbamos camino del restaurante, nos hemos cruzado con un inglés (!!!) que llevaba una camiseta roja en la que podía leerse: “Pavement?”. Loretta ha desenfundado su programa de mano del festival, lo ha repasado concienzudamente en tres segundos escasos y se ha lanzado a correr tras el tipo para decirle que no, que Pavement no tocan este año. Mi Loretta es muy especial. Y yo sigo necesitando una aspirina.
Lo confieso: me duele la cabeza. Culpa de las demasiadas horas que he pasado hoy al sol, caminando de un lado al otro de este santo pueblo en busca de alguien que se apiadara de mí y me pasara la información. Loretta no tiene problema. Loretta cuenta con un padre al que le sale la pasta por las orejas, con palco propio en White Hart Lane. Loretta saca un par de billetes de la cartera, pone su mejor cara de estudiante de Arte del King’s Cross College y vuelve cinco minutos más tarde con la localización exacta del hotel de Dave Gahan y compañía. Yo, en cambio, he de buscarme la vida. Y no es que me tire demasiado la posibilidad de felar a un roadie…
Total, que me he buscado la vida sin recurrir al noble y a menudo descuidado arte del sexo oral. He caminado bajo el sol en busca de tiendas de discos, puntos de información turística, cualquier pardillo con pinta de periodista musical… Y mira que los de prensa son de lo más estirado… si es que cuando te acercas a ellos demasiado ponen cara de horror absoluto, como si estuvieras a punto de robarles el botellín de Coca-Cola que habrán pillado de alguna nevera gratuita…
(De paso, mientras iba arriba y abajo, he reparado en un hecho muy curioso. Aquí todo el mundo es inglés. He visto a más ingleses en una sola mañana que en dos días de compras por el centro de Londres. En realidad, sólo hay dos lugares en el mundo donde haya visto a tantos ingleses juntos, un pub y Benicàssim, y ninguno de ellos se encuentra necesariamente en Inglaterra.)
Y eso, que he fracasado vilmente. Nadie ha sabido o querido indicarme dónde se alojarán Kapranos y compañía. Así que he regresado al hotel (mi futuro suegro no quiso oír hablar de zona de acampada) y me he tirado en la cama, con un dolor de cabeza del tamaño de Trafalgar Square. Entonces Loretta se ha compadecido de mí, y me ha invitado a almorzar. Cuando íbamos camino del restaurante, nos hemos cruzado con un inglés (!!!) que llevaba una camiseta roja en la que podía leerse: “Pavement?”. Loretta ha desenfundado su programa de mano del festival, lo ha repasado concienzudamente en tres segundos escasos y se ha lanzado a correr tras el tipo para decirle que no, que Pavement no tocan este año. Mi Loretta es muy especial. Y yo sigo necesitando una aspirina.
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