…y, en el momento de redactar estas líneas, falta un solo día para la hora FF.
Es por ello que hoy he sufrido un ataque de esquizofrenia. Mi cerebro se ha dividido en dos, lo mismo que cuando Loretta hace de las suyas y siento tantos deseos de darle un beso como de acogotarla (por lo general, en tales circunstancias recuerdo los poderosos antebrazos de mi suegro, tatuados cada uno de ellos con el escudo del Tottenham Hotspur, y acabo decantándome por la primera opción). El caso es que, gracias a un miembro de la organización amigo de darle tanto a la botella como a la lengua, me he enterado de que Alex K. y los suyos se alojan en Castellón. Y, en menos de lo que tardaron anoche Scissor Sisters en comenzar a magrearse los genitales, he alquilado una moto y me he plantado frente a su hotel para hacer guardia.
Pero las horas iban pasando, y yo me ponía cada vez más nervioso. Primero, ante la posibilidad de que Kapranos apareciera. A continuación, ante la obviedad de que Kapranos no aparecía. Y, por último (y he aquí la causa definitiva de la bipolarización de mi materia gris), porque deseaba estar de vuelta a tiempo de ver a Babyshambles. No porque me guste demasiado su música, claro, sino por aquello de practicar el gran deporte nacional inglés: excitarse ante la posibilidad de que uno de los nuestros muerda el polvo. Y, cuando de Pete Doherty se trata, esa posibilidad se antoja gloriosamente mayúscula…
Regresé, pues, a Benicàssim, pero el chaval se comportó. Si hasta invitó al escenario a un ancianito irlandés la mar de simpático, que quizá pueda destinar los royalties de la actuación a adquirir una dentadura postiza como Dios manda… Algo decepcionado, cuando me disponía ya a escaquearme de nuevo hacia Castellón, los brazos de Loretta se aferraron a mi cuello para no soltarme ya más.
Mi Loretta, Dios la bendiga, también tenía dos grandes objetivos para la jornada de hoy. El primero consistía en hacerle entender a su padre que un tal Tiga no es el último fichaje del Chelsea. El segundo, en cruzarse con el cantante de los Strokes y seducirlo con su mirada de estudiante de Arte del King’s Cross College para ver si éste la contrataba para la agencia de modelos de su progenitor.
Escindido una vez más entre realidad y fantasía, la he seguido por todo el festival mientras mi cabeza no dejaba de repetir esta juguetona letanía: “Hey hey hey, it’s Mr. Alex K.!!!”
Es por ello que hoy he sufrido un ataque de esquizofrenia. Mi cerebro se ha dividido en dos, lo mismo que cuando Loretta hace de las suyas y siento tantos deseos de darle un beso como de acogotarla (por lo general, en tales circunstancias recuerdo los poderosos antebrazos de mi suegro, tatuados cada uno de ellos con el escudo del Tottenham Hotspur, y acabo decantándome por la primera opción). El caso es que, gracias a un miembro de la organización amigo de darle tanto a la botella como a la lengua, me he enterado de que Alex K. y los suyos se alojan en Castellón. Y, en menos de lo que tardaron anoche Scissor Sisters en comenzar a magrearse los genitales, he alquilado una moto y me he plantado frente a su hotel para hacer guardia.
Pero las horas iban pasando, y yo me ponía cada vez más nervioso. Primero, ante la posibilidad de que Kapranos apareciera. A continuación, ante la obviedad de que Kapranos no aparecía. Y, por último (y he aquí la causa definitiva de la bipolarización de mi materia gris), porque deseaba estar de vuelta a tiempo de ver a Babyshambles. No porque me guste demasiado su música, claro, sino por aquello de practicar el gran deporte nacional inglés: excitarse ante la posibilidad de que uno de los nuestros muerda el polvo. Y, cuando de Pete Doherty se trata, esa posibilidad se antoja gloriosamente mayúscula…
Regresé, pues, a Benicàssim, pero el chaval se comportó. Si hasta invitó al escenario a un ancianito irlandés la mar de simpático, que quizá pueda destinar los royalties de la actuación a adquirir una dentadura postiza como Dios manda… Algo decepcionado, cuando me disponía ya a escaquearme de nuevo hacia Castellón, los brazos de Loretta se aferraron a mi cuello para no soltarme ya más.
Mi Loretta, Dios la bendiga, también tenía dos grandes objetivos para la jornada de hoy. El primero consistía en hacerle entender a su padre que un tal Tiga no es el último fichaje del Chelsea. El segundo, en cruzarse con el cantante de los Strokes y seducirlo con su mirada de estudiante de Arte del King’s Cross College para ver si éste la contrataba para la agencia de modelos de su progenitor.
Escindido una vez más entre realidad y fantasía, la he seguido por todo el festival mientras mi cabeza no dejaba de repetir esta juguetona letanía: “Hey hey hey, it’s Mr. Alex K.!!!”
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