jueves, mayo 05, 2005

Ética balompédica

No he podido ver las imágenes, hablo de oídas (o, en honor a la exactitud, escribo de leídas). Fue durante el Werder Bremen-Arminia Bielefeld del domingo pasado. Miroslav Klose, delantero del equipo de casa, entró en el área rival y se fue al suelo ante la entrada del portero Matthias Hain. El árbitro, Herbert Fandel, marcó el punto de penalti. Y aquí las versiones difieren. Según El País de este martes, Fandel fue llamado a consultas por su juez de línea y, toda vez sembrada la duda sobre lo justo de la señalización de aquella pena máxima, acabó preguntando directamente a Klose si Hain le había derribado. Y el jugador contestó honestamente que no. Otras fuentes rezan que fue Klose quien desde el principio intentó sacar al colegiado de su error, que incluso corrió hacia él para indicárselo. Sea como fuere, Fandel revocó la decisión inicial y mandó reanudar el juego con un bote neutral. El resultado era de 0-0, y el Werder Bremen tenía sesenta minutos para obtener un triunfo imprescindible a la hora de seguir optando a una plaza europea. Si añado que el partido acabó 3-0 y que Klose firmó uno de los tantos, ¿estaré sugiriendo que su buena acción obtuvo debida recompensa?
Nada más lejos de mi intención.
Así que citaré un segundo caso de ética futbolera acaecido durante la misma jornada y mucho más notable si cabe. El Eibar se jugaba sus opciones de ascenso a primera en el estadio del Lleida. Con 1-1 en el marcador y ya en el minuto 92 de partido, el joven David Jiménez Silva (19 años) se encontró solo en el área, cara a cara frente al cancerbero local. Y, al entender que tan privilegiada posición se debía a la lesión de uno de los defensas, en aquel momento tendido sobre el césped, lanzó el balón fuera. El encuentro terminó con empate y es bastante probable que el Eibar no suba esta temporada a la división de honor.
El caso es que tanto Klose como Jiménez Silva antepusieron su personal sentido de la justicia al interés corporativo, algo que los medios han ensalzado bajo la etiqueta de "fair play" pero que se me antoja flagrantemente erróneo. Porque los árbitros se equivocan bien sin mirar a quién, y la balanza suele equilibrarse tarde o temprano. Y ningún equipo del mundo se desprenderá de uno de sus jugadores para competir en igualdad de condiciones si has realizado los tres cambios y se rompe uno de los tuyos. ¿O acaso hay una medalla especial para el marathoniano que desfallece a un quilómetro de la meta, para la gimnasta que sufre una contractura durante las finales de suelo? Todo ello son gajes del deporte, y lo del juego limpio dista bastante de tales ejercicios de vanidad personal, me temo.

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