miércoles, noviembre 30, 2005

Marte y Venus en el cine 1

Dante Hicks: You said you only had sex with three different guys; you never mentioned him!
Veronica Loughran: Because I never HAD sex with him.
Dante Hicks: You sucked his dick!
Veronica Loughran: We went out a few times. We never had sex but we fooled around.
Dante Hicks: Oh my God, WHY did you tell me you only had sex with three different guys?
Veronica Loughran: Because I DID only have sex with three different guys; that doesn't mean I didn't just go with people.
Dante Hicks: Oh my God, I feel so nauseous!
Veronica Loughran: I'm sorry, Dante, I thought you understood!
Dante Hicks: I did understand! I understood that you had sex with three different guys and that's all you said!
Veronica Loughran: Please calm down.
Dante Hicks: How many?
Veronica Loughran: Dante...
Dante Hicks: How many dicks have you sucked?
Veronica Loughran: Let it go!
Dante Hicks: How many?
Veronica Loughran: All right, shut up a second and I'll tell you! Jesus! I didn't freak out like this when you told me how many girls you fucked!
Dante Hicks: This is different, this is important. How many?
[long pause as customer buys something]
Dante Hicks: Well?
Veronica Loughran: Something like... 36.
Dante Hicks: What? Something like 36?
Veronica Loughran: Lower your voice.
Dante Hicks: Wait a minute, what is that anyway, something like 36? Does that INCLUDE me?
Veronica Loughran: Ummm... 37.
Dante Hicks: I'm 37?

Clerks (1994), de Kevin Smith.

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Y ésta fue mi noche de anoche...

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"Ad hoc, ad loc, and quid pro quo! So little time! So much to know!" - Nowhere Man (Jeremy, Hillary, Boob...)

martes, noviembre 29, 2005

Estos son mis Beatles...

25) The Long and Winding Road (Let It Be)
24) It Won’t Be Long (With the Beatles)
23) Mother Nature’s Son (White Album)
22) Help! (Help!)
21) Can’t Buy Me Love (A Hard Day’s Night)
20) You’re Gonna Lose That Girl (Help!)
19) Oh! Darling (Abbey Road)
18) When I’m Sixty-Four (Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band)
17) Penny Lane (Magical Mystery Tour)
16) Michelle (Rubber Soul)
15) Something (Abbey Road)
14) You’ve Got to Hide Your Love Away (Help!)
13) The Fool on the Hill (Magical Mystery Tour)
12) I Saw Her Standing There (Please Please Me)
11) Eleanor Rigby (Revolver)
10) Nowhere Man (Rubber Soul)
9) And I Love Her (A Hard Day’s Night)
8) Good Day Sunshine (Revolver)
7) Come Together (Abbey Road)
6) Sexy Sadie (White Album)
5) A Hard Day’s Night (A Hard Day’s Night)
4) Yesterday (Help!)
3) Helter Skelter (White Album)
2) For No One (Revolver)
1) Norwegian Wood (Rubber Soul)

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Cosas del postcrossing 2

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La primera postal que recibo. La manda Fernando desde Estremoz, Portugal, a 50 kms. de la frontera. Tan a tiro de piedra que la edificación junto al castillo recibe el nombre de Pousada da Rainha Santa Isabel. Y eso, que obrigado!

lunes, noviembre 28, 2005

El Marías que hay en mí

Aún a riesgo de ponerme en plan Javier Marías (es decir, estupendo), debo destacar el horror lingüístico doble (uno ligero y otro algo más turbador) a que me abocó la portada del suplemento en castellano de The New York Times que acompañaba a El País del pasado jueves 24. Que la máquina traductora ignore que “wise guy” es una forma coloquial de referirse a los miembros de la Mafia (y que por tanto tradujera como “Un tipo listo y ocupado…” el encabezamiento que en su origen posiblemente rezara “Busy wise guy…”) tiene su pase. Pero algo menos presentable se me antoja el titular “La muerte renta”, oración completamente “legal” en la forma pero peliaguda en su fondo, pues nada (salvo la siempre sospechosa traducción literal, aquí de “Death rents” o “Death to rent”) justifica que se prescinda de un uso más común y convencional: “Se alquila muerte”, “Muerte en alquiler” o, incluso, “La muerte rinde”.

sábado, noviembre 26, 2005

Sobre los vericuetos del amor

“The last time that I trusted a dame was in Paris in 1940. She said she was going out to get a bottle of wine. Two hours later, the Germans marched into France.” – Sam Diamond (Peter Falk) en Un cadáver a los postres.

viernes, noviembre 25, 2005

About last night...

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Famous Last (but one) Words (9-10)

Oído durante la tarde de ayer en los siete metros cuadrados de esta redacción:

"Siempre me han gustado las guarras de buena familia."

"Japón es como el Baix Empordà."

Irán gay

Aunque existe la posibilidad de que el régimen iraní se haya conducido con ayatolaica discreción, intuyo que algo huele a podrido en el hecho de que nos hayamos enterado a horca pasada de la ejecución de dos hombres en la ciudad de Gogan, chavales de 24 y 25 años penados por el muy islámico delito de homosexualidad (pág. 28 de la edición de ayer de El País). Sea como fuere, tampoco logro imaginarme a la comunidad internacional elevando su voz contra tan brutal aplicación de la sharia, que una cosa son las adúlteras nigerianas y otra muy distinta los sodomitas persas.

jueves, noviembre 24, 2005

Cosas del postcrossing 1

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Doce días ha tardado en cruzar el Atlántico mi primera empresa postcrossera, una postal de la Casa Batlló que ha sido recibida por un oficial de policía del pueblo de Prosperity (también conocido como Frog Level durante el siglo XIX), en el estado de Carolina del Sur. Seguiremos informando.

El azar es una tautología

"Yo es que tengo muy mala suerte para eso de la suerte." - Bernardo en Camera Café.

Dedicado a Alejandro Gil.

miércoles, noviembre 23, 2005

El exorcista en el estrado

Hay otros mundos. Pero están en este. Pero ignoro si de forma tangencial o plena, integrada. Sobre lo que no es no se puede hablar, pero la cerradura Wittgenstein nos aboca a un drama aunque tradicional no menos espinoso: ¿qué ES de puertas hacia fuera, qué tan solo en el interior de nuestra conciencia? Es decir, ¿podemos fiarnos de esos sentidos que constituyen el único camino hacia la percepción de la “realidad” circundante? ¿No se suelen ver repetida, lastimosamente afectados por el carácter intruso, por lo general deformante y expansivo, de las emociones?

Disculpa, lector crepuscular, este arranque de filosofía de bolsillo. En realidad, viene única y exclusivamente a cuento de El exorcismo de Emily Rose, film de realización correcta que, no obstante, encuentro lastrado desde su misma (errónea, tontorrona) concepción. Parte la película de un episodio real (la muerte de una muchacha tras un largo y penoso castigo físico con el que se pretendió expulsar de su ser a los entes que la habían poseído) y centra su progresión dramática en el juicio que enfrenta a los doctores del cuerpo con los del espíritu. Los primeros sostienen que la joven era epiléptico-psicópata, que falleció a consecuencia de un tratamiento negligente culminado, tras automutilaciones varias, por una fulminante desnutrición. Mientras, los segundos (encarnados en la figura de un tal Padre Moore, a quien presta su rostro Tom Wilkinson) acusan al Maligno del fatal desenlace; y, claro está, tienen las de perder. Porque, en lo que al Derecho respecta, el hecho físico general saca varios cuerpos al intangible religioso, anímico y particular.

Sigue Scott Derrickson, guionista y realizador, el esquema habitual (y bastante gastado, todo sea dicho) del cine judicial: sabemos de la muerte de Emily Rose desde la secuencia primera, de modo que la polémica a solucionar (medicina versus Iglesia) quedará desvelada con el veredicto último del jurado. La narración de los hechos recae en testigos presenciales, emocionalmente relativos a la fallecida, que bien podrían ser víctimas de una intoxicación colectiva, lo cual da luz verde al tratamiento sobrenatural de los constantes flashbacks: visitas de madrugada envueltas en olor a azufre, rostros diabólicos que brotan del vaho de los cristales, paredes sangrantes… Pero, no satisfecho con tan dramáticos elementos, Derrickson comete su primer gran fallo: traslada lo inexplicable al ámbito hasta entonces “objetivo” del proceso legal, muestra a la abogada defensora (Laura Linney) acosada por sucesos escasamente ambiguos, toma partido por la explicación luciferina (Testigo de cargo se va transformando en La profecía)… para, acto seguido, volver sobre sus pasos con una resolución que pretende nadar, guardar la ropa y tomar el sol a una.

Curiosamente, y aquí retomo los postulados que encabezaban este texto, El exorcismo de Emily Rose no se preocupa por esconder dos circunstancias capaces de dinamitar el entramado extraordinario tan tramposamente erigido. Se trata de sendas justificaciones para la caída en la psicosis de la protagonista: por un lado, el que los síntomas de la posesión aparezcan tras una alteración traumática de su entorno vital (Emily deja la solitaria granja familiar para ingresar en una universidad urbana); y, por otro, que sea ella misma la encargada de informarnos, a través de una carta que el guión se saca alevosamente del sombrero, del carácter místico-mariano y mártir de su posesión (complejos para nada extraños en un ambiente ultrarreligioso como el suyo).

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Emily manifestando su humilde opinión sobre la labor del guionista.

Sobre la hiperestesia

"Supongo que los revolucionarios son aquellos capaces de asumir la brutalidad del mundo y responderle con mayor brutalidad todavía. (...) Era delgada, iba vestida de cuero blanco, tenía la tez casi de color humo, era muy sexual; enseguida me di cuenta de que me consideraba una especie de niñito lisiado y muy enfermo. Tenía razón: soy un niñito lisiado, muy enfermo, que no puede vivir. No puedo asumir la brutalidad del mundo; sencillamente, no lo consigo."

De La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq.

lunes, noviembre 21, 2005

Been there, done that: estampas viajeras

La víspera. Maxïmo Park en Razz 2 y una voz en mi oído que corea “What happens when you lose everything? / You just start again / You start all over again!”. Correcto. Cuando lo pierdes todo, o te pegas un tiro o tiras hacia adelante. Pero, ¿y si extravías algo menos? ¿La mitad, por ejemplo? Esa tierra de nadie en la que te crees haciendo pie y, dos segundos más tarde, estás tragando agua como un condenado pese a tener la orilla siempre a la vista. Ah, that’s the tricky part, my friend…

Que camino de la estación de trenes de Bristol te encuentres un pub llamado The Reckless Engineer no resulta especialmente tranquilizador. Claro que, viniendo de España, un país donde las autopistas se desploman antes incluso de ser inauguradas, supimos dar al encuentro el tono anecdótico que merecía.

¿Músico frustrado o melómano con vocación ferroviaria? El revisor del tren entre Bristol y Caerdydd agujereaba los billetes con los pies en el suelo mientras la voz con que los requería se elevaba una octava tras otra hacia las más harmónicas alturas. Sólo el cansancio del viaje nos impidió saltar del asiento para hacerle los coros de un vagón al otro.

Conocedores de la afición de los británicos por formar clubs, poco y nada nos extrañó encontrar un grupo de siete u ocho ancianos que, enfundados todos ellos en americanas de color burdeos, devoraban cucuruchos de patatas fritas en las cercanías del Cardiff Arena un sábado por la noche. Lo curioso fue dar de nuevo con ellos (y veinte amiguetes más con idéntico uniforme) en el interior del estadio, como invitados de honor de Funeral For a Friend en la canción History. El público, básicamente infantil, los aplaudió a rabiar.

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Castillo de Caerdydd y Bute Park.


XL. Tal era la talla de los kebabs de cordero y pollo que cenamos en nuestras primeras dos noches galesas. Alexis fue incapaz de acabarse ninguno de los dos: no digo más.

Quizá no sea el mejor Bed & Breakfast de Caerdydd. Pero Austins sí distará bastante de ser el peor. Y, además, cuenta con un emplazamiento privilegiado: junto al río Taff, frente al Millennium Stadium, a ciento cincuenta metros de la entrada al Bute Park. Aunque su dirección no induce a engaño (11 Coldstream Terrace), Londres se nos mostró diez veces más gélida.

¿Juegan los galeses en el Estadio del Milenio? Algunos sí, y otros no. Entre los primeros, la selección nacional de rugby, deporte rey del lugar. Entre los segundos, el Cardiff de la First Division de fútbol, que hace de las suyas en el Arms Park, recinto casi invisible por reducido y ubicado modesta, discretamente al pie del imponente Millennium.

Un centro de convenciones, una iglesia noruega, un barrio de diseño… Lo mejor de la Cardiff Bay, no obstante, la explanada junto a la Asamblea que lucía el literario nombre de Roald Dahl Plass.

A la hora de viajar, nada tan importante como una buena compenetración. Alexis, que trajo consigo el cargador del móvil, se dio cuenta en el aeropuerto de Bristol de que no recordaba su pin. Servidor, que sí conocía la contraseña de su aparato, había olvidado el cargador en casa. Pero la incomunicación telefónica no resultó especialmente traumática.

Era uno de los objetivos del viaje, y Truffles lo satisfizo a la perfección: un Sunday Roast tradicional y de primera, con sus zanahorias y su col y sus guisantitos dando vueltas por el plato.

El viernes, Michael Owen consiguió el único ensayo de la selección galesa de rugby frente a Fiji (11-10). El sábado, Michael Owen marcó en dos minutos los dos goles que dieron la victoria a la selección inglesa de fútbol frente a Argentina (3-2). El domingo, Michael Owen aparecía como stuntman en los títulos de crédito de Kiss Kiss Bang Bang. Tal y como aseveró mi hermano: “El Madrid ha vendido al bueno”.

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Cardiff Bay.


Otro encuentro callejero en Caerdydd: tres Springboks, jugadores de la selección de rugby sudafricana, concentrada en el Hilton de cara al amistoso de la semana siguiente. ¿He dicho ya que en Gales el rugby es religión?

Kiss Kiss Bang Bang. Es El ultimo boy scout de esta década: no digo más.

A los británicos les encanta asociarse. A las británicas, también. La segunda noche, mientras adquiríamos el segundo kebab, una manada de seis muchachitas de trece o catorce años irrumpió en el local para acosar al dependiente e intentar que les cambiara un billete de diez libras tan roto como posiblemente falso. Encantadoras ellas, con sus ojitos azules, sus cabelleras rubias, sus caritas de muñeca, sus labios en insulto constante… Éramos tres hombres hechos y derechos, pero a fe que cuando se marcharon elevamos las miradas al techo del local y dimos gracias a Dios (y a Alá) por seguir intactos.

Dos errores impropios de este viejo ladrador crepuscular. El uno, no haber anotado la dirección de nuestro alojamiento galés, lo que nos llevó a deambular un buen rato por los alrededores del río con las maletas en ristre. El otro, en fin, cruzar una calle de doble sentido mirando hacia la derecha. Solo la mano de mi hermano impidió que me arrollara un autobús que circulaba con británica corrección.

Pocos metros más allá, varios ramos de flores y una camiseta de rugby daban fe del lugar en que un muchacho local había sido atropellado precisamente por un autobús dos noches antes.

Una salchicha inglesa, un tomate pelado, una loncha de beicon y un huevo frito, todo ello regado con tazas y más tazas de té. Tal era el menú que servía la dueña de Austins a la hora del desayuno. La buena mujer, cuyo nombre jamás llegamos a averiguar, vestía siempre igual (pantalón de chándal negro, sudadera de chándal gris), había nacido en Alemania y había vivido gran parte de su vida en las afueras de Newcastle. Al principio nos tomó por franceses, de modo que debió de ser pura coincidencia que su hermana partiera hacia Barcelona al día siguiente de nuestra llegada.

En Penarth, sobre la costa atlántica, más allá de la bahía, no hay acantilados. Hay UN acantilado. Su muelle y su playa en marea baja, eso sí, hicieron nuestras delicias (e intuimos que las de todos los almejeros que por allí deambulaban).

A tres kilómetros largos del centro de Caerdydd se encuentra la Llandaff Cathedral. Se puede llegar a ella a través del Bute Park y los Sophia Gardens, siguiendo tres kilómetros el curso del Taff. Es un hermoso paseo de bosque inglés que de repente se torna campiña y, cuando vuelves a mirar, ha pasado a gótico neo-tolkieniano (con ese nombre…).

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Playa de Penarth.


Tenía buenas referencias sobre su desempeño en directo, pero aún así Franz Ferdinand me noquearon. No es que sean los primeros de la clase: cuanto hicieron en el Cardyff Arena fue propio de un graduado cum laude. Con Alex Kapranos en plan Springsteen escocés y ese sentido del espectáculo, no habrá estadio (y conste que digo estadio, no sala o pabellón) que se les resista.

Nueve euros por cabeza. Tal es el precio del trayecto Caerdydd-London en un autocar de la National Express cuando compras los billetes con cibernética antelación. Ante nosotros, un conductor que lucía orgulloso su gorra de los New York Yankees. En mis oídos, sucesivamente, el Plans de Death Cab for Cutie, el Late Registration de Kanye West, el Rosenrot de Rammstein, el Jacksonville City Lights de Ryan Adams

Westlife iban a ser los encargados de encender las luces de Navidad de Oxford Street desde un balcón de Debenham’s, y no desaprovechamos la oportunidad de formar parte del fenómeno fan en su país de origen. Grititos histéricos, dos canciones juraría que en playback (la distancia y los tacos de las fuerzas del orden me impiden asegurarlo), una paloma blanca liberada en el clímax de la balada de turno y una lluvia de confeti a modo de colofón. Me sigo quedando con A Hard Day’s Night, claro.

Spire House, a tiro de piedra de Bayswater, es una mini-catedral gótica transformada en edificio de apartamentos. Sita en el medio de una plaza con vistas a Hyde Park, no puedo dejar de rodearla en cada una de mis visitas a Londres.

Me pidió la hora, pero antes de que pudiera decírsela (había guardado el Swatch en el bolsillo izquierdo del pantalón, a veces me aprieta la muñeca en demasía) ya estaba susurrándome: “Are you lookin’ for business?”. Tardé un par de segundos en reaccionar. ¿Drogas? Bastante tengo con las adicciones que tengo. ¿Sexo? No, no con ella al menos. Dijo “Ok” y desapareció tal y como había llegado, con la lata de cerveza en la siniestra y el cigarrillo en la diestra, estropeadilla y con la celeridad de quienes se mueven al filo de algo.

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London Skyline desde Tower Bridge.


Allanfa argyfwng, que diría un galés. En la segunda mañana londinense fui a sentarme a cierto banco del lado sur del parque. Allí, sobre su madera, escribí literalmente el que será el penúltimo capítulo de Maldeamores. Quizá me falten quince, veinte o cincuenta episodios para llegar hasta allí. Pero el final, uno de tantos, está dictado.

El homeless que habita en el paso subterráneo al sur de Park Lane se hallaba enfrascado en la lectura de Protection, de Keith Ablow. Me lo confesó a cambio de una libra.

Dos constataciones de que la edad no perdona. La primera, el dolor: de tobillos a rodillas, ciático, en las cervicales… Soy un vejestorio precoz y me arrastro como tal kilómetro tras kilómetro. La segunda, un sentido de la belleza cada vez más sentimental. Recorro las salas de la National Gallery y me descubro al borde de las lágrimas ante Leonardo, Botticelli, Friedrich, Van Gogh, Velázquez, Lorrain, Turner, Canaletto… Obras que conozco de memoria, por cierto.

Para contrarrestar, la frialdad cúbica de Rachel Whiteread en la Modern Tate.

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Green Dragon Court, una callejuela que bordea la Southwark Cathedral, y un Smoothie de fresa y plátano que desnuda la verdad de mi existencia: “We’ve been trying to get in touch with our inner child for a while”.

Caminar junto a Alexis las calles de una ciudad, extraña o no, es un lujo. Su ritmo endiablado te conduce a la mejor forma física. Y, mientras jadeas, te vas enterando de que en ese punto se inició el gran incendio de 1666, de que el Thames se ve tan sucio por culpa de su doble corriente (hacia el mar el agua dulce de la superficie, tierra adentro el agua salada que remueve la tierra del fondo), de que la terraza del nuevo Ayuntamiento se encuentra hoy día cerrada al público, de que el puente de Norman Forster tuvo que ser clausurado a los pocos días de su inauguración porque temblaba en exceso… Vale, esto último ya lo sabía. Pero todo lo demás merece un “Thanks, bro!” del tamaño de Saint Paul’s.

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Millennium Bridge y la cúpula de mi agradecimiento fraterno.


Si visitas Brick Lane has de comer hindú. Si comes hindú, has de probar un plato picante. Mi cordero Mussalan satisfizo ambas obligaciones.

Marko es el hermano de Danilo, compañero serbo-montenegrino de Alexis cuando trabajaba en el Eat and Two Veg de Marylebone High Street. Marko padece esquizofrenia, quizá a causa de la caída desde lo alto de un muro que sufrió cuando contaba dos años. Marko luce un corte de pelo paramilitar, es alto y delgado, dedos de pianista; no trabaja, fuma sin cesar y sólo interrumpe su silencio para preguntarte con voz de Vito Corleone qué tal dormiste anoche o cuánto pesa tu maleta. Cada quince minutos o así, Marko esboza una sonrisa que no por ambigua deja de resultar hermosa.

Al grito de “Go go go!” y “You’re so full of shit!” fueron despedidos Test Icicles, teloneros junto a Mike Park de AK3. Juicio justo el del respetable: aunque interesante en principio, su propuesta (Hendrix + Beastie Boys + Today Is the Day + los payasos de la tele) no desembocó en nada, bueno o no. La tontería por la tontería y unas ansias de epatar ciertamente satisfechas.

La dudosa acústica de la Brixton Academy y las (aún más precarias) cuerdas vocales de Dan Andriano (bajista inmenso donde los haya) gastaron un par de malas pasadas a Alkaline Trio. Pero también hubo muy buenos momentos. Entre ellos, que dedicaran a tipos como yo su Deathbed: “They found me face down in the street / On the night you left to find another place to sleep / In rain and regret / They said they tried everything but it was no use / Yeah they tried everything and everyone but YOU”.

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AK3 en la Brixton Academy.


La holandesa Monike, otra ex compañera laboral de Alexis, abandonará en breve Londres para mudarse junto a su novio a Nueva Zelanda. Tras cinco años en Inglaterra, dice que “this is not happening”. Un THIS terriblemente habitual entre quienes se van a probar suerte a las islas, servidor incluido (llamadme preclaro: allá por 1996 tardé apenas un mes y pico en darme cuenta de que hace falta sumar un par de esqueletos en el armario para vivir el Reino Unido a largo plazo).

A los británicos les encanta asociarse. Un inminente novio hindú y sus ocho o nueve colegas protagonizaron el vuelo de regreso a Barcelona. Cantaron, aplaudieron, rieron estruendosamente, visitaron una y otra vez los servicios, tentaron la paciencia de las azafatas con el dichoso botón de llamada… Eran fans del West Ham y consecuentemente se comportaron como auténticos “hammers” para con la moral del resto del pasaje.

Ar gau: no digo más.

viernes, noviembre 11, 2005

Cerrado por vacaciones

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“I went into Wales because I wished to live deliberately, to front only the essential facts of life, and see if I could not learn what it had to teach, and not, when I came to die, discover that I had not lived.”
Henry David Thoreau, con una ligera revisión obra de mjk.

Ladridos crepusculares regresará el próximo lunes 21 de noviembre.

Robbie lo sabía

Era 9, 10, 11 de enero y Robbie Williams cantaba esto desde un Knebworth que cabía enterito en la pantalla de mi televisor:

So unimpressed but so in awe
Such a saint but such a whore
So self aware so full of shit
So indecisive so adamant
I’m contemplating thinking about thinking
It’s so frustrating just get another drink in
Watch me come undone

They’re selling razor blades and mirrors in the street
Pray that when I’m coming down you’ll be asleep
If I ever hurt you your revenge will be so sweet
Because I’m scum
And I’m your son
Watch me come undone…


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¿No ha sido todo maravillosamente predecible?

miércoles, noviembre 09, 2005

Estupor y temblores - Una confesión

Pasar revista a los últimos once meses de mi vida sentimental podría conducir a juicios sin duda poco amables. De ahí el estupor: uno por uno, tengo la sensación de haber obrado en cada capítulo con sincera honestidad. Pero el saldo general arroja un resultado de flagrante incoherencia, una alarmante falta de criterio. Es tal el desencuentro que la mera inversión de dos de los episodios habría alterado radicalmente (para bien) mi existencia actual. Los hechos, en cualquier caso, hablan por sí solos. Cuanto creí sentir (o dejar de sentir) en enero es antitético a cuanto creí sentir (o no) en agosto. Mi bienintencionada, obcecada, ciega testarudez ha hecho el resto. Como en Laberinto, uno de los polos siempre dice la verdad; el otro miente siempre. Sólo que, para el caso que nos ocupa, ambos se equivocan a veces.

No he sabido ser fiel a las decisiones que tomé; las decisiones que tomé llevan once meses torturándome fielmente. Caso de contextualizar, no creo haberme equivocado. ¿Por qué, entonces, la suma de aciertos se traduce en el peor de los resultados? Pues escribo estas líneas con el pecho aturdido, consciente de haber sido repetidamente rechazado para, a continuación, ser justa, sorprendentemente despreciado. Ignorado. Anulado. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Si nos referimos al pasado que antecedió, claro está, a los últimos once meses.

Niños, el consejo de hoy es: no forcéis los puntos de inflexión. Es una moraleja crepuscular, brota desde la más nauseabunda sensación de derrota. La que surge del no comprenderse a uno mismo. O por qué se está aquí. O qué coño ha sucedido, con lo feliz que sería yo en tiempos de aroma tan reciente, de emociones paralelas, insólitamente opuestos al hoy y al ahora.

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Sarko-non!

"La policía también discrimina y actúa de manera brutal. Con este Gobierno conservador se ha agravado. Entre la policía hay elementos muy brutales, que insultan a los jóvenes, los humillan constantemente. Hubo una época, con el Gobierno de Jospin, en la que había una policía de proximidad que jugaba al baloncesto con los chavales y eran conocidos. Esto se ha acabado. Ahora sólo hay represión. Los policías que vienen al barrio los traen desde provincias. No están preparados, los sueltan en la jungla urbana parisina y se comportan de forma brutal porque tienen miedo."
Olivier Batista, trabajador social en El País de ayer.

Quizá haga falta recurrir al ejército. Resulta obvio que en el boom de la piromanía francesa hay un importante elemento criminal. Pero su erradicación no debe hacernos olvidar el malestar social subyacente, un malestar que la política Sarkozy no hace más que avivar.

martes, noviembre 08, 2005

El "móvil" de la COPE

Publicaba la COPE ayer en El País un anuncio a página entera en el que podía leerse (y, de hecho, se leía):

“Nosotros no crispamos.
Nosotros informamos.
COPE. SOMOS LIBRES.
Pásalo.”

Hasta la tercera línea, todo lícito, todo bien. Pero tanto ese “Pásalo” final como el diseño general del anuncio (que se enmarca gráficamente en una pantalla de móvil) nos remiten a la campaña popular que en marzo de 2004 condujo a la caída del gobierno del PP (partido político, como es sabido, afín a la COPE). Y esto con El País (periódico, como es sabido, no especialmente afín a la COPE) por escenario. De modo que no solo huele a “eppur si muove”… En realidad, es como si O.J. Simpson escribiera “SOY INOCENTE” en el reverso de una fotografía que mostrara a su ex esposa practicándole una felación a su nuevo amante. El móvil de la COPE pretende indicar que la COPE tiene un móvil para conducirse del modo en que se conduce. Y lo proclaman, en expresión NBA, “in your face”. Quizá sea eso lo que más miedo da, porque la Derecha española (como los neocons norteamericanos) tiempo ha que viene esgrimiendo una autoafirmación tan cínica como agresiva. Se comienza insultando a las víctimas del 11-M frente al Congreso y se acaba sacando los tanques a la calle, publicando un anuncio a página entera en el que pueda leerse (y se lea): “Es que esos malditos rojos no nos dejaron otra opción”.

sábado, noviembre 05, 2005

Verdades de la antiglobalización

"Si rompen una vidriera o pintan el frente de una casa, Bush ni se va a enterar." - Daniel Katz, alcalde de Mar del Plata, intentando transmitir una pizca de sentido común a aquellos que acudan a la ciudad argentina para protestar contra la IV Cumbre de las Américas.

miércoles, noviembre 02, 2005

Una cerveza y un abrazo...

...es lo que le debo al bueno, buenísimo de Tino Pertierra, que en la crónica del Premio Torrevieja para La Nueva España escribe lo siguiente:

"(...) Y mucho escritor joven y prometedor. Por ejemplo, Milo J. Krmpotic, cuyo inexpugnable apellido está detrás de Sorbed mi sexo, una de las novelas más estimulantes publicadas este año en España, cortesía de la combativa editorial Caballo de Troya, cuyas riendas lleva Constantino Bértolo, todo un lince a la hora de captar talentos dignos de mención. O Ricard Ruiz, responsable de uno de los libros más inquietantes de la temporada: Las voces del laberinto, una aproximación al mundo de la esquizofrenia que pone los ojos de punta."

Gracias, Tino, tanto por las líneas precedentes como por no hacer mención a los varios gintonics que la noche dio de sí...

Cuando Jim encontró a Wes

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