domingo, febrero 05, 2006

Dublinés, dublineses

Camino de Dublín, este ladrador crepuscular abrió La historia del amor de Nicole Krauss y leyó lo siguiente:

“Desde entonces, Bruno escuchaba al máximo volumen todo lo que yo le llevaba, y me lo devolvía sin comentarios. Una tarde, volví de la biblioteca con el Ulises. A la mañana siguiente, yo estaba en el baño cuando arriba se oyó: «¡Buck Mulligan, majestuoso y orondo!». Durante todo un mes, Bruno estuvo escuchando la cinta. Si algo no entendía del todo, pulsaba stop y rebobinaba. «¡Ineluctable modalidad de lo visible: al menos eso!». Pausa, rebobinado. «¡Ineluctable modalidad!». Pausa. «¡Ineluct!». Cuando se acercaba la fecha de la devolución, me pidió que se lo prorrogara. Para entonces yo ya estaba harto de paros y marchas atrás, y me fui al bazar y le compré un Sony Sportsman que ahora lleva todo el día colgado del cinturón. Tengo la impresión de que lo que le gusta es cómo suena el acento irlandés.”

Esa tarde, apenas bajar del avión, fuimos conducidos a Wexford. Pero veinticuatro horas más tarde regresamos a la capital. Y, mientras esperaba a mis compañeros de viaje en el lobby del Brooks Hotel, a escupitajo de Guinness de Grafton Street, me acerqué a un pequeño almanaque donde se leía:

“Feb. 2
On this day writer James Joyce was born, 1882.

Todo lo cual no significa nada especial, claro. Todo lo cual no deja de significar bastante, desde luego.

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