jueves, febrero 23, 2006

From the Vaults of GO (8)

ARCTIC MONKEYS
“Whatever people say I am, that’s what I’m not”
(Domino)
Desde su más tierna infancia conoce un servidor la historia del pastorcillo y el lobo. Y, puesto que desde su más procelosa adolescencia viene testimoniando la puesta en práctica de esa fábula con el mundillo musical británico por escenario, uno no puede menos que preguntarse en qué momento prestaremos atención a tan clásica moraleja y dejaremos de creer en cuanto proclame, pongamos, el New Musical Express de la semana entrante. Claro que la respuesta bien podría ser: Nunca. Porque no hay mejor engañado que aquel que se muere por creer. Y, es de recibo concederlo, los titulares que nos llegan de allende el Canal no siempre acaban resultando del todo inexactos.

Después de que Franz Ferdinand rompieran la baraja del neo-brit-pop-post-punk-new-new-wave, fuimos anticipada, sucesiva y machaconamente advertidos sobre las virtudes de Bloc Party, The Futureheads, Dogs Die in Hot Cars, Maxïmo Park, Hard Fi, Kaiser Chiefs, The Rakes, Editors… Y, en mayor o menor medida, no nos quedó otro remedio que reconocer los méritos de que hacían gala tales bandas. El caso de Arctic Monkeys, no obstante, se prestaba más bien a enarcar la ceja con incredulidad, a torcer el labio burlonamente y a jurar por lo bajo que ésta no nos la iban a colar. ¿Acaso no eran tres temas contados, ¡y difundidos por Internet!, los que motivaban tanto alboroto? Encumbrar a cuatro dieciochoañeros de Sheffield sin un mísero álbum a sus espaldas, ¿no era llevar las cosas demasiado lejos? El que Domino (a la sazón, sello de Kapranos y compañía) avalara la propuesta debería habernos hecho dudar…

Y es que uno se enfrenta a este Whatever people say I am, that’s what I’m not y no le queda más remedio que volver al redil. Los monos árticos son un hype, desde luego que lo son. Pero, como tantos otros durante las últimas dos temporadas, esconden algo tras el bombo y platillo cibernético, tras los titulares a cuerpo de letra 72, tras las libras derramadas por la industria discográfica: la innata habilidad de facturar singles entre agitado-bailables y emotivo-sugerentes. Aquellos que te llevas a los oídos sin descanso, que te obligan a agitar pies y caderas espasmódicamente, que alumbran incluso dos o tres narraciones dignas de los tiempos de la mugre y la furia. Total, que uno acaba obviando la dudosa compaginación de los temas y la intuición de que les resta bastante camino por delante para alcanzar la excelencia. Porque lo que han hecho bien, muy bien hecho está.

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