
(Esta careta a tamaño natural debe ser utilizada para las fiestas a celebrar esta noche únicamente por la comunidad de lectores/as crepusculares/as. Cualquier otro uso de la misma podrá ser objeto de persecución sexual a cargo de la retratada.)
Cyber-New wave. 1- Regurgitación de posiciones aparentemente anacrónicas. 2- Frente a la razonable aceptación de la propuesta, enroque. 3- Absolutismo. Tal es el proceso protagonizado hasta la fecha por los muchachos más desmayados de Nebraska; esto es, un trayecto hacia la dictadura del sintetizador que, en los últimos cuatro años, los que nos separan del precedente (y más atractivo) Wet From Birth, se ha cobrado dos víctimas de excepción: el sello que los vio nacer (si Conor Oberst fue brevemente su guitarra sin duda estamos hablando de Saddle Creek) y su cuartel general/estudio de grabación. Habida cuenta que la banda participó en la concepción, puesta a punto y decoración del nuevo, adjudicaremos a la sobredosis de pintura la parte más pobre de este Fasciinatiion, pongamos que tres temas-anécdota cuya blandura e ingenuidad obstaculiza el disfrute general. Y es que The Geeks Were Right, Psycho y Forever Growing Centipedes, por ejemplo, sí justifican, una vez más, la devoción faintiana por las maquinitas.
El fotógrafo canadiense Powerpig tiene dos obsesiones: las ardillas y Star Wars. Y no necesariamente en ese orden. 


Él es asiático a su pesar. Ella comienza a estar hasta las narices de él. Él sueña con acostarse con una chica blanca. Ella decide cambiar de aires. Él vuelca sus frustraciones y fantasías sobre la amiga del alma lesbiana. Ella no da señales de vida. Él se acuesta con una chica blanca. Ella-2 también acaba cansándose de su autofobia. Él se hunde. Él se hunde. Él se hunde.
Se ha empeñado en simpsonizar a cuanto personaje popular se pasee ante sus ilustradoras narices. La prueba, más allá de la imagen que preside estas líneas, en el siguiente blog...
Pan-Britpop. Sucede en el videoclip de Something Anything, uno de los tres que han precedido el lanzamiento del sexto disco de los artistas anteriormente conocidos como La Banda Melódica de Glasgow: Andy Dunlop se resiste a unirse a sus compañeros en la interpretación del tema, pero he aquí que de repente el tamaño de su cuerpo se duplica y el ahora gigantesco guitarrista empuña su instrumento para dejarse la piel en el solo; al rato, tras recobrar la normalidad física, el amigo jadea como quien ha engullido un sapo pero vive para contarlo. De lo más sintomático, oigan, habida cuenta que Travis han abandonado aquí el gorgorito acústico de siempre para “crecerse” demostrando que ellos también pueden ser Blur (la citada Something Anything), Coldplay (Song to Self) y, a la que nos descuidemos, un apareamiento de Beatles, U2 y The Last Shadow Puppets (J. Smith). Y sí, los monstruos de Frankenstein resultan entretenidos, pero donde mejor nos lo seguimos pasando es con temas marca de la casa como Last Words.
Proyecto del estudio suizo Herzog & de Meuron para construir una pirámide de cincuenta pisos y casi doscientos metros de altura en París. El "faraónico" proyecto estará acabado en 2012, y contará con un centro de convenciones y un hotel de cuatrocientas habitaciones, amén de no pocas oficinas y restaurantes.
Pensaba este ladrador hace pocos días, sin ánimo gafador alguno, que J.J. Abrahams ha acertado al no dejarse engullir por esa isla de magnetismo casi universal que es Lost. A diferencia del anterior gran nombre de la ciencia ficción catódica, Chris Carter, el amigo venía combinando las temporadas de su más popular criatura televisiva con notables proyectos fílmicos, lo mismo realizadores (la correcta Mission: Impossible III, la esperada Star Trek...) que productores (la muy notable y, a medida que se pierde en el recuerdo, cada vez más tramposa Cloverfield). Sucede, no obstante, que su último proyecto para la pequeña pantalla, Fringe, guarda no pocas similitudes con Millennium, la serie que marcó el principio del fin de Carter (siendo la reciente The X Files: I Want to Believe un clavo tirando a penúltimo en su ataúd). Y que no se me malinterprete: dos capítulos han bastado para que servidor quede prendado de Anna Torv y Joshua Jackson como en su día cayó en las redes de Frank Black / Lance Henriksen y sus desvelos por evitar el Apocalipsis. Pero, paralelismos argumentales al margen, ambos proyectos se caracterizan por una oscuridad y truculencias que fácilmente podrían disgustar al público norteamericano: difícil comerse una pieza de pollo frito mientras delante tuyo se extrae un globo ocular, su nervio óptico debidamente tirante, para intentar recuperar de él la última imagen vista por una jovencita asesinada con escalpelo y alevosía. Veremos, pero sirvan estas líneas a modo de aviso a los programadores de las barras y estrellas: no me toquen los crepúsculos, señores, que bastante trauma arrastro ya en el apartado de cancelaciones (Raines, October Road, Traveler... descansen todas ellas en paz).
Neodylanismo. Si Cassadaga era el lugar indicado para dar con la Zelda Rubinstein de Poltergeist, Tepoztlán bien podría albergar el retiro dorado del Richard Dreyfuss de Encuentros cercanos en la tercera fase. Entre una y otra inspiración, en cualquier caso, Conor Oberst tira sin que le toque y aún así suma un enésimo álbum a tener muy en cuenta. Acústicamente desnudo a ratos (Cape Canaveral), escoltado a otros por la recién inaugurada Mystic Valley Band (las bastantes brighteyesianas Danny Callahan y I Don’t Wanna Die in the Hospital, por ejemplo), el wunderkind de Omaha prescinde de vientos y coros multitudinarios para regresar a unas raíces que, en él, sin lidiar angustias emo de por medio, llevan por nombre Robert y un Zimmerman la mar de freudiano en el apellido (ramificaciones incluidas: NYC – Gone, Gone vuelve a ser el Springsteen de las Seeger Sessions como Souled Out!!! apunta a The Band y demás epígonos). 28 años, 19 discos, sólo le queda dar con la Atlántida y aún no ha requerido de la ayuda de Rick Rubin… Notable, sí señor.
