5) Norr Malarstrand - Esta suerte de paseíto marítimo en la parte baja de Kungsholmen comienza abierto al baño y termina en la Stadshuset. Si uno se olvida de los mosquitos, resulta ideal para cualquier atardecer que se las dé de entrañable.
4) Vasamuseet - Un museo para un barco, un barco para un museo... En 1628, el flamante Vasa se hundió tras una travesía de trescientos metros, palmo más palmo menos. Redescubierto tres siglos después, fue devuelto a la superficie, secado (durante nueve largos años, con cañones de aire caliente), reconstruido y, por fin, exhibido. No hace falta ser gran fan de las aventuras marítimas: su tamaño y majestuosidad imponen (impresión que las exposiciones sobre la vida marinera de la época no hacen más que confirmar).
3) Vasterbron - El puente que cruza de Södermalm a Marieberg (o viceversa), pasando por encima de Langholmen, invita al éxtasis con sus vistas, su altura y los vientos que lo azotan (Note to self: Repetir el trayecto en invierno para recuperar el sentido de la helada maravilla que sin duda debieron de experimentar los primeros exploradores del Polo Norte).
2) Djurgarden - Suena a versión inglesa de "tu jardín" y verde no le falta, pero harían falta un porrón de coronas suecas para hacer el posesivo realidad. Este inmenso parque natural, que no obstante forma parte de la ciudad, fue sede de las casas de verano de la alta burguesía (en la actualidad más repartida por el archipiélago) pero permite a los ciudadanos lumpen unos largos y bucólicos paseos en bicicleta junto al mar o campo a través.
1) Langholmen - La presencia de dos simpáticos centros penitenciarios logró que esta islita a tiro de albóndiga de Södermalm no fuera urbanizada. Las prisiones son a día de hoy museos y el resto, un hermoso bosquecillo con un hotelito de tres estrellas donde no nos importaría ladrar crepuscularmente algun día.
4) Vasamuseet - Un museo para un barco, un barco para un museo... En 1628, el flamante Vasa se hundió tras una travesía de trescientos metros, palmo más palmo menos. Redescubierto tres siglos después, fue devuelto a la superficie, secado (durante nueve largos años, con cañones de aire caliente), reconstruido y, por fin, exhibido. No hace falta ser gran fan de las aventuras marítimas: su tamaño y majestuosidad imponen (impresión que las exposiciones sobre la vida marinera de la época no hacen más que confirmar).
3) Vasterbron - El puente que cruza de Södermalm a Marieberg (o viceversa), pasando por encima de Langholmen, invita al éxtasis con sus vistas, su altura y los vientos que lo azotan (Note to self: Repetir el trayecto en invierno para recuperar el sentido de la helada maravilla que sin duda debieron de experimentar los primeros exploradores del Polo Norte).
2) Djurgarden - Suena a versión inglesa de "tu jardín" y verde no le falta, pero harían falta un porrón de coronas suecas para hacer el posesivo realidad. Este inmenso parque natural, que no obstante forma parte de la ciudad, fue sede de las casas de verano de la alta burguesía (en la actualidad más repartida por el archipiélago) pero permite a los ciudadanos lumpen unos largos y bucólicos paseos en bicicleta junto al mar o campo a través.
1) Langholmen - La presencia de dos simpáticos centros penitenciarios logró que esta islita a tiro de albóndiga de Södermalm no fuera urbanizada. Las prisiones son a día de hoy museos y el resto, un hermoso bosquecillo con un hotelito de tres estrellas donde no nos importaría ladrar crepuscularmente algun día.
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