Como si de un episodio de Band of Brothers se tratara, los minutos iniciales de El profesor muestran una serie de entrevistas en las que, desde un tono documental, varios profesionales de la educación comentan su invasión de Normandía particular, menos cruenta que la de la Easy Company pero, en cuanto diariamente repetida, capaz de generar el mismo estrés postraumático. Una de ellas, la que protagoniza un espléndido Adrien Brody, va a puntuar el metraje: de su mano conoceremos el mes que pasa como sustituto en un instituto público neoyorquino, las frustraciones personales y profesionales de diversos colegas y, a través de una serie de flashbacks tirando a efectistas, un trauma de infancia que halla ecos en el presente a través de la relación que mantiene con su senil abuelo y la alienación que caracteriza el desempeño de su labor. Así las cosas, El profesor se transforma rápidamente en Taxi Driver (relación con una prostituta adolescente incluida), una intensa tragedia existencialista a la que Tony Kaye magrea quizá en demasía: con menos aspaviento dramático, ofreciendo algún asidero a sus personajes, el tercer referente de este film, la cuarta temporada de The Wire, resultaba igual de doloroso y más contundente en su denuncia.
(Esta reseña ha aparecido en el número de noviembre de Go Mag.)
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