martes, junio 28, 2005

Responsabilidades

"La noche, al término de la cual debían llegar a Hammerfest, fue tempestuosa. Durante la cena, el camarero jefe había ido de mesa en mesa avisando a los pocos pasajeros que, para las veintidós horas y treinta, se esperaba una fuerte marejada que duraría varias horas. Dijo que el capitán pedía disculpas. Y qué culpa tiene el capitán, dijo Kathrine. Siempre que hay tempestad nos llegan quejas, dijo el camarero, yo tampoco lo entiendo."

Paisaje aproximado (Acantilado, 2003), de Peter Stamm

De la ventosidad al viento suicida

Contrariamente a lo que nos ha transmitido el cine, Japón no comenzó a servirse del fenómeno kamikaze hasta bien entrada la guerra del Pacífico, cuando ésta se decantaba ya del lado de las barras y estrellas. Maldita la falta que le hacía al Sol Naciente perder hombres y aparatos en encuentros como el de Pearl Harbor, donde lo traicionero de su táctica le había permitido vencer por goleada. Pero, una vez el dominio técnico norteamericano se fue haciendo más evidente, allá por el otoño de 1944, el vicealmirante Takijiro Onishi decidió adoptar la desesperada (y desesperante) opción de los aviones suicidas.

Kamikaze es la lectura occidental del término nipón shimpu, "viento divino", en referencia a los tifones que en 1241 y 1281 acabaron oportunamente con los veleros mongoles que habían partido a la conquista de Japón.

Ignoro, lector crepuscular, quién será el Takijiro Onishi del PP. Pero comienza a quedar claro que, ante el excesivo desgaste sufrido ya por Acebes y Zaplana, alguien ha dado orden de lanzar ataques shimpu contra el gobierno. El primero, protagonizado por un tal Aquilino Polaino, más que sembrar vientos sonó a ventosidades de otra época. Pero la estrategia se va perfeccionando, y mucho cuidado habrá que tener con Francisco José Alcaraz, presidente de la AVT, quien viene demostrando que tiene la línea de flotación de ZP entre ceja y ceja. No nos libraremos de la tempestad, no.

sábado, junio 25, 2005

Blueberry Hill y el crítico hueco

Se muestra Luis Hidalgo, en las páginas de El País de hoy, ligeramente indignado con el concierto que Blueberry Hill celebraron en la sala Bikini de ésta, nuestra Ciudad Condal, el pasado miércoles 22. Rebatir sus palabras sería, a estas alturas del partido, un ejercicio de gloriosa ingenuidad; aunque con cierta grosería, nadie lo explicitaba mejor que Clint Eastwood desde una línea de diálogo de El sargento de hierro: “las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno”. Ahora bien, ¿significa eso que la crítica esconde un paraíso fiscal donde nadie podrá pedirnos cuentas por mucho que esgrimamos el talonario de nuestro parecer? No necesariamente. La subjetividad de esta disciplina garantiza la libertad de su fondo, pero ese fondo debe hallarse sustentado en cierto modo por la forma, examen que el texto de Luis Hidalgo no aprueba.

Por lo general, es prerrogativa del crítico decidir si ve el vaso medio lleno o medio vacío (porque, convendremos todos cuantos acudimos a Bikini aquella noche, el show de Blueberry Hill no rompió la banca por ninguno de sus extremos, ni se convirtió en el concierto de nuestra vida ni, mucho menos, degeneró en una pifia aberrante). Y, caso de verlo medio vacío, es razonable hallar una cierta explicación a nuestro descontento, exponer los errores observados de forma mínimamente constructiva, por más bilis que podamos añadir a la receta. Tanto da que uno se muestre amable y comprensivo como el Robin Williams de El Club de los Poetas Muertos o agresivo y torturador como el Louis Gossett Jr. de Oficial y caballero, jamás debe extraviarse un cierto sentido pedagógico.

Luis Hidalgo, tiempo ha uno de los generales de la crítica musical de este país, parece víctima (y no es la primera vez) del resentimiento del soldado raso, siempre deseoso de estar en otro lugar, harto de recibir encargos. El único vaso que trasluce su texto es el que él mismo debía sostener ante sus narices: mientras anduvo cargado de líquido tuvo una razón para encontrarse en Bikini; en cuanto vació el último trago garganta abajo, todos sus fantasmas salieron a la penumbra de la sala. Es así que el crítico comenzó a mirar a su alrededor, intuyendo sombras tan danzantes como amargas, y se olvidó de cuanto sucedía y se generaba frente a él, sobre el escenario. Sólo así se entiende que en media columna de texto no consiga elaborar un solo comentario sobre la música de Blueberry Hill, y sí se refiera una y otra vez al lleno que mostraba la sala. Un lleno que no le satisfizo lo más mínimo, que le obsesiona al punto de desnudar cruelmente una de sus más desacertadas crónicas. Por hueca y mediocre, valoraciones personales al margen.

viernes, junio 24, 2005

Conflictos de identidad (3)

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"¿Qué es peor: saber que estás paranoico o saber que tienes motivos para estarlo?".

La tentación de San Antonio

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Pintaba como la final menos glamourosa de la historia. Y es muy posible que lo haya sido. A cambio, frente al 4-0 que Detroit le endosó hace un año escaso a los todopoderosos Lakers, Pistons y Spurs agotaron los siete partidos, un combate hermoso durante el cual ambos besaron la lona en repetidas ocasiones. La besaron para levantarse y, acto seguido, con la rabia que nace del orgullo machacado, endosarle a su rival un buen directo a la mandíbula. En la noche más corta del año, San Antonio prevaleció. Demasiada tentación, sin duda.

miércoles, junio 22, 2005

Los franceses son unos cachondos (2)

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Pero los polacos (y sus fontaneros) lo son más...

Keep on slurping!

No ficción MILO J.KRMPOTIC “Sorbed mi sexo” (CABALLO DE TROYA) . Este un libro muy curioso. Cuenta la historia real de un cocinero francés, Paul Boissel, que adquirió una gran popularidad hace unos cuantos años. Boissel fue famoso tanto por lo asombroso y exquisito de sus platos, como por su extravagancia y las connotaciones sexuales de su cocina. Obsesionado con el sexo, fue un poeta y filósofo de su propia vida, como atestiguan sus interesantes “Cuadernos”. Se hicieron muy famosas sus “comidas sexuales” cargadas de simbolismo en su restaurante La Chatte de París. Al final acabó suicidándose en 1992. Krmpotic (París, 1963) hace una gran labor de investigación sobre Boissel y utilizándose a sí mismo como personaje escribe un texto que está a medio camino entre la biografía y la novela, entre la realidad y la imaginación. Un libro que está a la altura de las vidas exageradas de Paul Boissel, un hombre poliédrico.

De las recomendaciones del 12/06/05 en Pompas de papel, EiTB

martes, junio 21, 2005

Oda a la misoginia gallega

Si la gaviota trajera
desde allende los mares
8.160 papeletas
de pepera voluntad
a Pontevedra...

Ah, entonces un halo
de desconfianza marital
prendería por pazos,
aldeas y ciudades.

Porque habrían fracasado
las encuestas,
una vez más.

Porque todos sabríamos,
una vez más,
amigo gallego,
que quizá tu señora
no dice la verdad
cuando te jura
que fuiste primero
y sigues siendo único
en su lecho.

lunes, junio 20, 2005

Conflictos de identidad (2)

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"¿Soy el resultado de mis miedos o tan sólo un reflejo del miedo de los demás?"
(Dedicado a la Conferencia Episcopal)

Conflictos de identidad

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"Ni siquiera sé si soy blanco a rayas negras o negro a rayas blancas..."
(Dedicado a los simpatizantes gay del PP).

sábado, junio 18, 2005

Las vacunas de la Derecha

Por mucho que me esfuerce no logro concebir la utilidad de uno de los apartados de la infame Patriot Act de George W. Bush y sus halcones, aquél que permite al FBI consultar los registros de bibliotecas y librerías sin contar con un mandato judicial previo. Como si los terroristas fueran a encargar el Bin Laden’s Omnibus en la tienda de Barnes & Noble de Fifth Avenue, o a acudir en procesión a la National Library para pedir en préstamo los tres ejemplares que allí existen de How to Build a Nuclear Bomb Inside Your Closet (Without Anyone Knowing About it). Se trata, intuyo, de ese viejo tic de la Derecha que induce no a impedir que la gente piense, sino a controlar lo que piensa no vaya a ser que piense diferente. Y es que se comienza pensando diferente, se sigue con la revolución francesa y, a la que te descuidas, los homosexuales están casándose y adoptando niños. Se trata, deduzco, de ese viejo tic de la Derecha que aboga por conservar una larga tradición de privilegios vacunándose contra cualquier posible alteración del orden social. Claro que la vacuna provoca una reacción, y esa reacción puede traducirse en una circunstancia ajena a la inmunidad deseada. Por decirlo de otro modo, jamás la Iglesia habrá resultado más patética (desubicada, pez que agoniza fuera del agua) que esta tarde, cuando descienda a las calles de Madrid para intentar conseguir lo que ya no se le concede por naturaleza, para llorar con lágrimas de cemento cuanto no supo defender desde la representación celestial. ¿O alguien imagina a Torquemada manifestándose contra la influencia del pensamiento judío en la España del siglo XV? De forma paralela (y, por tanto, irónica), el Congreso de Estados Unidos ha votado contra la prórroga de quince medidas de la Patriot Act que caducaban a final de año, investigación de bibliotecas y librerías incluida. Quien todo busca controlar no puede estar seguro de nada. Y la ausencia de seguridades es un rotundo síntoma de debilidad. Puede suceder, claro, que los débiles se enquisten, que clamen y maldigan con la intención de vender cara su piel, que se vayan pero que también se lleven a algunos por delante... no por ello dejan de cotizar a la baja. A diferencia de su mentalidad, la Historia tolera las fluctuaciones de poder. Y, tal y como se presenta la carrera, servidor no apostaría un euro por los caballos de nuestra Conferencia Episcopal y del neo-conservadurismo norteamericano.

viernes, junio 17, 2005

Lápidas de celuloide (2)

Curioso. Enumeraba, hace algunos entradas, las salas de cine de mi infancia-adolescencia-primera madurez (¿?) que han pasado a peor vida. Y, aunque guardo nítida memoria de sus recepciones, taquillas e interiores, me descubrí incapaz de recordar la actual dedicación de muchos de los inmuebles que las albergaron. Inmuebles ante los que paso, cuando menos, una vez por semana; en algún caso, una vez al día. Como si, cada vez que mi vista se pasea por la última manzana de Travessera de Gràcia antes de llegar a Via Augusta, viera un reflejo del vetusto y minimalista Arkadin antes que los verdes paneles del negocio de bocatas rápidos que hoy allí existe. La mente es un tozudo animal de costumbres. Y yo, un sentimental.

De modo paralelo, me maravilla haber omitido la sala junto a la que viví durante varios años: cómo se nos escurre lo evidente, Señor… Llevaba el nombre de mi (nuestra) calle, Balmes, y a ella acudí, por ejemplo, a una sesión de Hoosiers, más que ídolos, tras pasar dos horas bajo observación en la Clínica Dexeus: durante una visita a mi señora madre, convaleciente tras el parto de mi en la actualidad adolescente hermana, sediento yo me lancé a beber del vaso que había sobre la mesita de noche. Vaso que contenía agua, sí, pero también una dosis de líquido reductor de la matriz. Previendo el chiste fácil, añadiré que no se produjo reducción ninguna en parte alguna de mi anatomía. Y concluiré, toda vez publicitada la anécdota, señalando mi desazón vital al descubrir que tras varios años de lúgubre reposo, del esqueleto del Balmes está brotando estos días un modernísimo gimnasio.

martes, junio 14, 2005

Un hombre perdido

No hace falta ser fan de viejas o nuevas trilogías para reconocer en el odio una fuerza muy poderosa. Josep Lluís Carod-Rovira lleva demasiado tiempo convertido en objeto receptor de gran parte del odio que se cultiva en este país (y justo es añadir que sus deméritos no eran merecedores siquiera de la mitad de inquina). Su intervención, anoche, en La nit al dia, para hablar de las pancartas que recorrieron Salamanca deseándole una vida tirando a corta, fue la de un hombre asistido de razón pero que comienza a extraviar gravemente la perspectiva. No es que la suya haya sido una trayectoria impoluta: la famosa reunión de Perpignan denotó una vanidad tan desatada como profunda era la irresponsabilidad política que la acompañaba. Pero el dirigente nacionalista ha pasado a incurrir ya en dos errores imperdonables: hablar de sí mismo en tercera persona y, al igual que solía hacer Jordi Pujol, entonar aquello de "La Catalogne c'est moi". Al llevar ante la justicia a quienes desfilaron sugiriéndole un rápido deceso, Carod-Rovira ejerce un derecho individual del todo legítimo. Al pretenderse paladín defensor del honor de su nación, empero, pide a gritos que alguien le pase una mano por el hombro, le siente a la mesa y le sirva un tazón de chocolate bien calentito. Josep Lluís Carod-Rovira es un hombre perdido. Pero no intenten arrebatárselo al reverso tenebroso a base de collejas, que vive Dios que bastantes (demasiadas) ha recibido ya.

lunes, junio 13, 2005

Confluencia

Precisamente porque su voluntad general es distinta a la mía, hallo perversa (por placentera) ratificación en algunos pasajes particulares de Yo y Kaminski (Acantilado, 2005), de Daniel Kehlmann, apartados ciertamente paralelos a otros que poblaban las páginas de Sorbed mi sexo. Propone el autor alemán una sátira del mundo de la crítica de arte, y lo hace a través del encuentro entre un retirado discípulo de Matisse, que debe la fama menos a su arte que al rumor según el cual pintó sus mejores obras estando ciego, y un periodista de ego desatado, obscenamente desmedido (de ahí la preponderancia del "yo" en el título). Se trata, cuando menos hasta el instante en que redacto estas líneas (página 76, si mal no recuerdo), de una narración bastante clásica y lineal. Pero el capítulo en que el periodista, Sebastian Zöllner, pasa revista a las cintas de sus entrevistas con todos aquellos que rodearon a Kaminski en sus años de gloria es marcadamente boisseliano. Y de veras que me congratulo. Quizá porque el de los diálogos es uno de los apartados en que más inseguro suelo sentirme (y sucede que precisamente los diálogos de Kehlmann, nacido en Munich un año después que un servidor, han sido alabados por el mismísimo Marcel Reich-Ranicki).

sábado, junio 11, 2005

Dicotomía polaca

Artes del cuerpo:
"Tal vez todo esto sea porque no conduzco un coche, no sé llevar una lancha, no uso ordenador y el único mecanismo más o menos complejo del que entiendo es la mujer."
De Otros placeres, Jerzy Pilch (Acantilado, 2005)

Artes del alma:
"...porque ya está en plena vigencia la llamada Ley de Lem: Nadie lee nada; si lee, no comprende nada; si comprende, lo olvida enseguida."
De Provocación, Stanislaw Lem (Funambulista, 2005)

viernes, junio 10, 2005

Sobre esta PPiedra...

El PP no quiere que el gobierno negocie con ETA. Un sector amplio de la AVT, tampoco. Aparentemente, el gobierno no negocia con ETA. Pero ello no es óbice para que los primeros monten una exhibición callejera por Madrid, justo el día antes de que Madrid celebre su gran fiesta olímpica. Ciudad esquizofrénica, nuestra capital, el pasado fin de semana. Te equivocas de fecha y en vez de mentar a la señora madre de Otegi acabas practicando el salto con pértiga.

El PP no quiere la devolución de los “papeles” de Salamanca. Salamanca, así a bote pronto, tampoco. En esta ocasión, diríase que el gobierno no tiene problema en devolverlos. Así que la manifestación salmantina vendría a estar un poco más justificada. Como eso de los “papeles” huele a intelectualidad, dos escritores, Fernando Sánchez Dragó y Juan Manuel de Prada, participarán en la marcha para garantizar su coartada.

El PP no quiere que los homosexuales puedan contraer matrimonio. La Iglesia y el Foro para la Familia, tampoco. Pero el gobierno sí está por la igualdad entre todos los ciudadanos, sean cuales sean sus preferencias sexuales. Así que (otra) manifestación al canto. Por Madrid, de nuevo. Ahora que aún hay tiempo de evitarla, una humilde propuesta crepuscular: que el gobierno anule la opción del matrimonio gay y, a cambio, libere a ese colectivo del pago de una serie de impuestos, que les rebaje el IRPF o algo por el estilo. A menos derechos, menos obligaciones.

Tres manifestaciones, en cualquier caso. Y un denominador común. Pero común y secundario, siempre en la retaguardia, digo yo que no por humildad. Aunque los Rajoy, Acebes y Zaplana no lleguen a la suela de los zapatos de Churchill, este tipo de situaciones me hacen pensar en Gallipolli: si la cosa va mal, si los turcos tienen puestos de ametralladoras, mejor que la carne de cañón australiana vaya delante. El último que negó tres veces tampoco pasaba por valiente, no…

miércoles, junio 08, 2005

Lápidas de celuloide

Sucede que a veces la ciudad es un cementerio. Lo comparte Colson Whitehead en El Coloso de Nueva York (Mondadori, 2005): caminas las mismas calles año tras año, solo que las calles no son las mismas. Nacen y mueren. Si te fijas lo suficiente de ojos hacia dentro, podrás ver los esqueletos que han ido surgiendo, quedando a tu paso. Hay quien no puede transitar la Travessera de les Corts sin enarbolar una bandera blaugrana y señalar babeante la localización del antiguo campo del Barça. Yo me quedo con los cadáveres cinematográficos de mi trayectoria, y a los que siguen dedico este brindis:

Spring - Sito en el Paseo de la Bonanova, entre Anglí y Vía Augusta, es el cine de mi infancia más lejana. Mazinger Z, Gloria de Cassavetes y Cómo eliminar a tu jefe (9 to 5 en el original).
Vergara - Compartía manzana con el famoso videoclub, y era un vetusto templo de la v.o.s.e. Allí visioné varios Woody Allen. Allí, haciendo cola para entrar, cierta vez, me enamoré durante tres o cuatro horas de una guiri de gloriosa cabellera dorada.
ABC - Balmes, por encima de Plaza Molina. Las brujas de Eastwick (en v.o., para mi sorpresa); Dos pájaros a tiro con mi señora madre (no solíamos ir al cine juntos, pero ese verano nos dio y... bueno, también caería Robin Hood, Príncipe de los Ladrones); un sinfín de títulos pre-adolescentes...
Atenas - Balmes con General Mitre. Cazafantasmas la tarde de domingo en que el Barça ganaba la Liga 83-84. Al salir, coches con las banderas al viento y bocinazos fugaces fluyendo Barcelona abajo.
Savoy - Paseo de Gracia entre Provenza y Mallorca, si no me equivoco. Otro refugio de la vieja v.o. Shocker de Wes Craven, aunque el nivel solía ser más alto.
Arcadia - Tuset, junto a las galerías del mismo nombre. Durante años mantuvo un letrero que rezaba "Cerrado por reformas".
Arkadin - Travessera de Gracia con Vía Augusta. Las dos salas más diminutas de la ciudad, pero solía programar en v.o. Thelma y Louise en primera fila, aún me duele el cuello.
Fémina - Paseo de Gracia con entre Diputación y Consejo de Ciento. Tras el incendio los dueños juraron que lo reconstruirían. Pero va a ser que no.
Montecarlo - Provenza entre Paseo de Gracia y Rambla de Catalunya. La tienda de chucherías pertenecía a los padres de un compañero de clase de mi hermano Ivo.
Fantasio - Paseo de Gracia entre Mallorca y Valencia. Los fantasmas atacan al jefe, por ejemplo. Tenía dos columnas estratégicamente situadas para impedir la visión completa de la pantalla a los espectadores de las últimas filas.
Astoria - París entre Enrique Granados y Aribau. Hoy, una sala de baile. O un restaurante. O ambas cosas, mismamente.
Diagonal - Diagonal entre Vía Augusta y els Jardinets. Uno de los últimos en irse. Y la agonía fue lenta.
En fin, nada como sentirse viejo a esta hora de la mañana...

Good Night, Mrs. Robinson...

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martes, junio 07, 2005

Diez secuencias, una trilogía

(Para airear –y por petición del respetable, o al menos de parte de él-, mi Top 10 de secuencias de la trilogía original de Star Wars):
10-El Halcón Milenario huye de la Estrella de la Muerte, bis (El Retorno del Jedi): En Los Ángeles ven a Lando Calrissian al volante de la nave más veloz de la galaxia y fijo que lo detienen por conducir un vehículo robado. Aquí, porque el cine tiene esa magia, el amigo no solo escapa a las fuerzas del orden del Imperio sino que hasta se carga la Estrella de la Muerte. Memorable su pirotécnica salida.
9-La muerte de Ben Kenobi (La Guerra de las Galaxias): En medio de un anticlimático combate de espadas láser, Obi-Wan ve por el rabillo del ojo a Luke, baja la guardia y se deja ensartar por Vader. ¿Por qué? Además del trauma, tuvimos que esperar 28 años para que Lucas nos lo explicara (la clave, me temo, en las consignas que Yoda da a Obi-Wan wan al final de La Venganza de los Sith).
8-Títulos de crédito (La Guerra de las Galaxias): “Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana, muy lejana…”
7-En el vertedero de la Estrella de la Muerte (La Guerra de las Galaxias): ¿Hay algo peor que ir a parar a un vertedero espacial? Sí, descubrir en él a una especie de pulpo tan gigante como hambriento. Pero, ¿hay algo peor que enfrentarse a una especie de pulpo gigante y hambriento en un vertedero espacial? Pues también: descubrir que sus responsables gustan de prensar los desperdicios. Algo huele a podrido en la Estrella de la Muerte…
6- Solo, congelado en carbonita (El Imperio Contraataca): Nada mejor para transportar a la gente que hacer de ellos una tableta. Traicionado por Lando (pero llorado por Leia), Han sufre en sus carnes la tecnología minera de la Ciudad de las Nubes para ser llevado ante Jabba. Solo faltaba que Boba Fett le hiciera un lacito.
5-Ante el Sarlac (El Retorno del Jedi): De repente, la guarida de Jabba en Tatooine parece las Ramblas un domingo por la mañana. Los androides, Chewbacca, Leia, Luke… todos se pasan por ahí. Agobiado, el Hut intenta deshacerse de sus invitados arrojándolos a una vagina dentata en pleno desierto, pero Luke, que acaba de superar el segundo curso de Jedi por correspondencia, tendrá la última palabra.
4-Vader despeña al Emperador (El Retorno del Jedi): Tras pelear como mandan los cánones (y ya iba siendo hora), un Darth Vader manco por segunda vez en seis películas asiste a la electrocución de Luke. Y, mitad porque la cosa se eterniza, mitad porque la sangre es la sangre, acaba levantando en volandas al Emperador y arrojándolo por un conducto de ventilación que pasaba por ahí. Hay quien vuelve del reverso tenebroso, amigos.
3-La marcha de los At At (El Imperio Contraataca): La estrategia bélica del Imperio tiene su qué. Así, nada mejor para conquistar la base rebelde del helado planeta Hoth que convertir el caballo de Troya en camello, metalizarlo y multiplicarlo por cuatro. Lentos pero seguros, oye. Al menos hasta que Luke descubre su punto débil…
2-Destrucción de la Estrella de la Muerte (La Guerra de las Galaxias): Comenzando por el desdichado Rojo Seis, los X-Wing de la Alianza van cayendo como moscas. Pero Luke comprende ya algo de los entresijos de la Fuerza y, ayudado por la voz en off de Obi-Wan, logra destruir el arma más mortífera jamás creada. ¡Plas plas plas!
1-Anakin sale del armario (El Imperio Contraataca): Luke no tiene suerte con las figuras paternas. Tío Owen pringa. Lo de Obi-Wan es un visto y no visto. Yoda le dura apenas dos episodios… Y encima descubre que a su padre le mola ponerse una máscara y vestir de cuero negro. No es de extrañar que el chaval ande con el Edipo subido de tono. Eso sí, el enfrentamiento en la Ciudad de las Nubes no tiene desperdicio.

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Las víctimas (4) y el catódico medio

De la entrevista con Marcel Reich-Ranicki realizada por Der Spiegel y reproducida ayer en El País:

P. Ahora, el público televisivo está recibiendo información exhaustiva sobre el Tercer Reich en forma de películas y documentales. ¿Usted también los ha visto?

R. Sólo algunos. Mi mujer analiza a fondo la programación televisiva y señala lo que en su opinión deberíamos ver. Aunque la anotación más frecuente suele ser un signo de interrogación. Sin embargo, señala todo lo que tiene que ver con los nazis. Por perverso que pueda parecer, no se cansa de ver a Hitler ni a las compañías de las SS y las SA desfilando. "Eso es mi vida", dice, "lo que ha determinado por completo mi existencia".

lunes, junio 06, 2005

Imposibilidad: Las víctimas (3)

Se trata de una novela policíaca del mismo modo que Esperando a Godot es una obra de teatro policíaca: sin que se le vea el pelo a un solo detective, abonada a una pesquisa irresoluble. Liquidación, de Imre Kertész. A diferencia del Godot de Beckett, donde la tragedia brota del absurdo, aquí el absurdo asoma desde la tragedia pero, espantado por el panorama que encuentra ante sí, vuelve a esconder rápidamente sus orejas de conejo de Pascua.
Kertész sobrevivió a Auschwitz. Después, a Buchenwald.
Su protagonista, Bé, nació en Auschwitz. Cuatro décadas después del final de la guerra, sigue empeñado en no sobrevivirlo.
Bé es escritor. Bé se suicida.
Su amigo y editor, Keseru, comprende que Bé no puede haberse ido sin dejar una novela que reordene el mundo, que le ayude a percibir si en verdad algo vale la pena o lo mejor es morir.
Keseru vive para encontrar esa novela.
Bé muere porque es consciente de su fracaso. No ha logrado reproducir Auschwitz, ni en su miserable existencia ni en las páginas del manuscrito.
Judit, esposa de Bé, amante de Keseru, hija de supervivientes de Auschwitz, acusa a Bé: “No comprendía mi enorme e imperdonable error de fingir que el mundo no era el mundo de los asesinos y de procurar instalarme cómodamente en él”. Más adelante, durante un congreso dermatológico en Cracovia, visita Auschwitz. Descubre que Auschwitz es irrepetible, inefable, incomprensible.
Bé sabe que Auschwitz es irrevocable.
Postulaba mi estimado Philipp Engel, hace algunas semanas, la supremacía del verdugo sobre la víctima en lo que a interés por su mente y personalidad se refiere. Cualquiera puede ser víctima pero no cualquiera puede ser verdugo. La víctima se ve aplastada por una voluntad ajena a ella, y es en quien esgrime esa voluntad que debemos hallar y estudiar la rareza.
Inicialmente coincidí con él.
Con el paso de los días, tiendo a disentir.
Los sujetos más malignos (arbitrarios, agresivos) que he conocido, lo eran por mediocres. Nacían y morían en el desempeño de su acción. Lo que quiero decir, supongo, es que cualquier imbécil puede escupirte en el ojo. Que tres imbéciles juntos hasta pueden idear y construir una máquina dedicada a lanzar esputos sobre la vista del prójimo. Pero que ello no magnifica las dimensiones de su psicología.
Ahora bien, más allá del muerto, la víctima que sobrevive, la que debe reformular por completo su construcción de la realidad humana, la que se ve obligada a dar con nuevas formas de moral (a menudo inmorales) para llegar al día siguiente... Sin ánimo de incurrir en apología alguna, ¿no es fuente de los mayores enigmas?
Cuando Adorno constata la imposibilidad de la poesía tras Auschwitz... ¿Qué entiende por poesía? ¿Una actividad pseudo-lúdica? ¿Un posicionamiento moral? ¿Una búsqueda estética?
Bé, el héroe de Kertész, opinaría que poesía lo es todo. Tras Auschwitz, por tanto, queda la nada.
O la mentira. Tras el suicidio de Bé, Judit mantiene este diálogo con su nuevo marido, Ádám:
JUDIT: Estuve allí. Lo vi. Auschwitz no existe.
ÁDÁM: Tengo dos hijos. Dos hijos medio judíos. Aún no saben nada. Duermen. ¿Quién les hablará de Auschwitz? ¿Quién de nosotros les dirá que son judíos?
JUDIT: ¿Y si no se lo dijéramos?
Vergessenheit macht frei: El olvido os hará libres.
La poesía a modo de olvido.
Inverosímil, todo ello.
Quizá, en efecto, para algunos, para muchos, un imposible.

Las víctimas (2): Uso indebido, contraindicaciones

Cuanto peor, mejor. Durante años fue la bandera del PP: a hierro llegó al gobierno y a hierro se hubiera mantenido en él, con resultados tirando a históricos, si la firma del 11-M de veras hubiera apuntado hacia las vascongadas. Ahora, porque el roce desgasta también a quien lo produce, buscan quien les haga el juego sucio. Pero lo hipócrita de su posición salta a la vista. Todo parece indicar que el mismo Aznar tanteó en 1998 la posibilidad de una mesa negociadora. Y se conoce que, para ellos, no todas las víctimas son iguales. Las que se manifiestan contra ETA, buenas. Las que exigían la verdad del 11-M ante las puertas del Congreso, malas. Muy malas: cómo olvidar a aquellos que se les enfrentaron al grito de “metéos vuestros muertos por el…”.

Innegable el éxito de la manifestación de la AVT de este pasado sábado. Éxito capitalizado por el PP, que le prestó toda su plana mayor y un notable número de afiliados y simpatizantes. Solo que, en esta ocasión, servidor diría que, cuanto mejor, peor. Peor para los que crispan y suspiran por alguien que les siga el juego. Fue tal la demostración que los dos o tres ministros afines a la trifulca no han osado abrir la boca. Y su presidente sabe ya a qué atenerse. Una dura prueba para la cintura de José Luis Rodríguez Zapatero, eso sí, pues deberá mantener su agenda sin incurrir con ello en las actitudes de su predecesor respecto a los millones que salimos a la calle para pedir no a la guerra de Irak.

sábado, junio 04, 2005

Lírica nixoniana

Rebusco en las páginas de Nunca bailé en la Casa Blanca (Grijalbo, 1977), colección de las columnas que Art Buchwald dedicó entre 1971 y 1974 a la Administración Nixon, y no logro dar con una sola mención al nombre de Mark Felt, sempiterno número dos del FBI que esta semana pasada salía del armario para entrar en la historia como el legendario Garganta Profunda. Ilusionado aún por la solución del misterio (aunque contrariado también por el desaire que ha sufrido The Washinton Post a manos de Vanity Fair: ningún medio que mantenga un secreto 33 años merece que le roben la exclusiva), aprovecho para releer las ácidas crónicas de Buchwald sobre el gobierno más vituperado de la larga tradición de gobiernos vituperados del país de las barras y estrellas. Y me detengo, extasiado, en estos hermosos versos que el periodista pone en boca del que fuera trigésimo séptimo presidente estadounidense (suspira conmigo, lector crepuscular):

No hay nubes en el cielo,
El viento solo es un susurro entre los árboles,
Los lagos brillan cuando trinan los pájaros.
Es un buen día para bombardear Camboya.


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miércoles, junio 01, 2005

Las víctimas, el grito y el silencio

Es posible que, caso de verme ante el hipotético asesino de mi padre o de uno de mis hermanos, deseara estrellar mi puño contra él hasta perder el aliento. Comprensible en mi rabia y mi dolor, asistido de la razón humana (el ojo por ojo es la moneda de cambio más antigua de nuestra especie), mi condición de parte directamente afectada por su criminal desempeño me inhabilitaría para ejercer cualquier forma de razón legal que juzgara dicho crimen. O, de paso, fechorías de corte similar.

Porque la sociedad debe conducirse con una sensibilidad especial ante las víctimas, y particularmente porque el de manifestarse es un derecho constitucional, nada puede objetarse a la marcha de la AVT a celebrar el próximo sábado en Madrid: los hijos e hijas y viudos y viudas y padres y madres de los muertos de ETA que así lo crean conveniente están en su derecho de solicitar no sólo que el gobierno aparque cualquier negociación con los asesinos de sus seres queridos, sino que endurezca sus condenas y hasta que restablezca la pena capital. Pero el derecho humano puede encontrarse bastante alejado del derecho moral o del derecho legal, y es a instancias más objetivas que corresponderá considerar lo justo o no de las diferentes reivindicaciones. En un estado ideal, tales instancias se hallarían libres de todo interés partidista o desviación personal, pero esa es otra historia. Quede sentado al menos que el sufrimiento no suele conducir a la clarividencia, que el mal ya realizado no puede comprometer un futuro bien común. El chantaje no debe condicionar la agenda política, pero tampoco debe hacerlo el luto.

Del mismo modo que algunas víctimas hablan, hay víctimas que callan. También están en su derecho, aunque recientemente algunos magistrados no parezcan opinar así. Tras el (nuevo) espectáculo del juez Pedro Martín, leo en La Vanguardia que la imputada en un caso de abusos a menores ha sido absuelta al no presentarse a declarar la niña que (supuestamente) había sufrido dichos abusos. Desviaciones personales al margen (porque en el gremio de la toga, como en todas partes, hay manzanas podridas), algo falla en nuestro sistema penal si establecemos como condición sine qua non del castigo que la víctima tenga que revivir una y otra vez (ante sus familiares, ante la policía, ante los psicólogos y ante el jurado, aquí en presencia de su verdugo) la tortura de que fue objeto. No existe posibilidad de justicia cuando se pierde el respeto por el individuo. Y no hay individuo más respetable, a la par que necesitado de respeto, que aquel que sufre.

Hail hail, Deep Throat!

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W. Mark Felt