No resulta del todo descabellado aplicar a la producción discográfica de Kings of Leon los pasos en que se han estructurado tantos fines de semana: la noche del sábado te descubre vociferante, cerveza en ristre y una chica bajo cada brazo; el sol del domingo te despierta escoltado por un dolor de cabeza, si bien los recuerdos de la víspera pronto transforman la mueca en sonrisa canalla; esa misma tarde, acosado por la amenaza del lunes, caminas largamente entre promesas de enmienda y disquisiciones sobre el sentido de la vida… y multiplíquese todo ello cuando uno es hijo/sobrino de predicador. De otro modo, los Followill han abandonado el tono festivo y chulesco-sureño que les diera fama para entregarse a una serie de progresiones de percusión milimétrica, cortadas por riffs la mar de clásicos y encomendadas a la voz gimiente de Caleb, piezas de atmósfera crepuscular que no seducirán a las masas pero, más allá de alguna apropiación del universo Pixies y de la épica Lynyrd Skynyrd, deberían contribuir sobremanera al asentamiento de su estatus musical. A fe que la conciencia hace milagros, pues estos chavales no hacen más que crecer…
(Esta reseña ha aparecido en el número de junio de Go Mag.)
(Esta reseña ha aparecido en el número de junio de Go Mag.)
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