Le ha costado un par de semanas hacerse al formato, pero Enric González está logrando ya que la última página antes de la programación televisiva de El País vuelva por sus fueros. Textos como el que dedicaba ayer a las afinidades nazis del mundo de la Fórmula-1 podrían por fin llenar el vacío que para el columnismo culto y humano y relativista y moral (aunque presentado bajo la siempre vil excusa catódica) dejó el grandísimo Eduardo Haro Tecglen. Amén.
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