Si estos tiempos que corren son malos para la lírica, para la música árabe tradicional y orquestal ni les cuento. Es así que, a su llegada a Israel, la banda de la academia de policía de Alejandría se descubre sin autocar que la reciba, ignorada por la embajada egipcia y en definitiva abandonada a su suerte, obligada a hacer noche en una localidad desértica (en el censo y la geografía) que no es la que debía acogerla originalmente. Esas pocas horas, no obstante, bastarán para alumbrar diversos episodios de comunión con la población local, nueva constatación de que la música y la bebida, la compañía y el deseo son ajenos a banderas y religiones.
No es la de La banda nos visita, en cualquier caso, una partitura de alegatos políticos o grandes apelaciones a los hombres de buena voluntad. Obra por el contrario austera, cimentada en los vacíos de una fordiana ciudad del desierto, se despliega alrededor de una decena de peripecias mínimas como sutilmente emotivas son las interpretaciones que les dan cuerpo. De ritmo sólido y melodía entrañable, esta pieza multipremiada en el circuito festivalero, desde Tokio hasta Cannes pasando por Varsovia, habrá de ser también una de las convidadas que mejor regusto dejen en la memoria anual de nuestra cartelera.
(Esta reseña ha aparecido en el número de abril de Go Mag)
No es la de La banda nos visita, en cualquier caso, una partitura de alegatos políticos o grandes apelaciones a los hombres de buena voluntad. Obra por el contrario austera, cimentada en los vacíos de una fordiana ciudad del desierto, se despliega alrededor de una decena de peripecias mínimas como sutilmente emotivas son las interpretaciones que les dan cuerpo. De ritmo sólido y melodía entrañable, esta pieza multipremiada en el circuito festivalero, desde Tokio hasta Cannes pasando por Varsovia, habrá de ser también una de las convidadas que mejor regusto dejen en la memoria anual de nuestra cartelera.
(Esta reseña ha aparecido en el número de abril de Go Mag)
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