
Argentinas, sobre la identidad, con un magnífico Julio Chávez, sencilla pero deliciosamente excelentes...
Estado de la cuestión en el momento de redactar estas líneas, a mediados de febrero: tras anunciar en su blog que deja tanto la música como el blog, Ryan Adams hace público su compromiso matrimonial con la actriz Mandy Moore. La boutade artístico-sentimental de turno, vamos, pero nada que tenga verdadera relación con el presente disco. Son noticias que entretienen, que invitan a sonreírse a costa del amigo y que, ahora mismo, nos evitan tener que repetir en un ochenta por ciento lo ya comentado hace año y poco a vueltas con el precedente Easy Tiger; esto es, en sucesión de conceptos clave: rehabilitación, consistencia, country alternativo decorado con fogonazos de rock ochentero, álbum notable… Añadir, si acaso, que lo peor que se puede decir de Cardinology es que baja el listón tras sus excelentes cuatro primeros temas. Y nada, que aquí seguimos, aguardando la próxima salida de tono (que la habrá) lo mismo que el siguiente paso de una carrera que por fin parece haber encontrado el rumbo (y llegará también, llegará).
(Desde hace algunas semanas, por cierto, la web de la revista cuenta también con un simpático blog literario que puede ser consultado a través de este enlace.)

The Sounds en Razz. Intenso. Frente al escenario, más adolescente de lo esperado; sobre el mismo, notable ascendencia de los años ochenta (bien cuando se dan a los sintetizadores; no tanto en esos dos o tres tics de banda heavy cutre). Un par de constataciones sobre la parte femenina: Maja Ivarsson está la mar de orgullosa de su entrepierna y tiene voz para sobrevivir a la sala 2. Y una anécdota entrañable sobre la parte masculina: como teloneros, Madmax & Sören, pareja de DJs ultratatuados que solía hacer las delicias de su ladrador crepuscular y Otto cuando ambos eran solteros y jóvenes y sucumbían a la tentación de los Nasty Mondays y sus noches eran largas y en ellas se sucedían los hitazos hardrockeros y, de nuevo, las pasiones suecas...
No haremos poesía: la vida de Ray Eddy apesta. A una edad en la que comienza a descubrirse a merced de las arrugas, mientras su marido se pule los ahorros familiares en Atlantic City y la Navidad aparece a la vuelta de la esquina, debe hacer frente a su trabajo en una tienda de suministros, la educación de dos hijos y el pago del último plazo de los dos elementos fundamentales para cualquier miembro de la white trash que se precie: televisor y casa prefabricada. Es por todo ello que decide sacrificar sus principios y ayudar a Lila, una mujer india, a introducir inmigrantes ilegales a través de la reserva mohawk. El problema, claro, es que los pobres diablos siempre acaban pagando por sus crímenes.

(También en El País de ayer aparecía la noticia del cierre del Post-Intelligencer, segundo periódico más leído de Seattle que en adelante sólo contará con una versión cibernética: ésta.)
Siempre que América lo ha necesitado, fuera por el ascenso desbocado del neoliberalismo reaganiano o por la caída traumática de sus torres más altas, Springsteen se ha colgado la guitarra a la espalda y ha acudido raudo a la cita. Enfrentado a la administración Bush y sus guerras varias andaba precisamente cuando se encontró con la desaparición de uno de los suyos. Y el Jefe decidió dejar de lado el peso de la responsabilidad para cantar lo que le pedía el alma; esto es, una colección de temas sobre la vida, el amor y la muerte que nació como apostilla a Magic y ha acabado superando con claridad a su hermano mayor. Melancólico, en ocasiones ingenuo pero de una belleza siempre desarmante, Working on a Dream esgrime la esperanza del espíritu Obama sin olvidar recientes amarguras; recuerda en más de una ocasión, de hecho, a aquel Mystery Girl que marcó el renacer de Roy Orbison lo mismo que su adiós definitivo. Tal y como el intimismo de Tunnel of Love complementó la declaración de intenciones de Born in the U.S.A., he aquí la otra cara de la moneda de The Rising. De ambos se nutre el mejor Springsteen de esta década.
Más allá de su proyecto Invisible City, el fotógrafo canadiense tiene una cuenta de flickr cargada de imágenes: aquí. 
