Por el mostacho de Freddie Mercury que de luz y de color es la vida que Mika lleva dos álbums proponiéndonos, al punto que ni siquiera un repaso catártico a la propia procelosa adolescencia es capaz de llevarlo a torcer el gesto, guardar los zapatos de charol en el armario y dejar la purpurina para noches mejores. No, el chico que sabía demasiado es un torbellino festivo que camufla sus puntuales, lógicos y naturales arrebatos de melancolía bajo un desparpajo melódico que haría palidecer a los mismísimos dobladores mexicanos de Walt Disney. El más inmediato precedente de este frenesí musical apunta a Scissor Sisters. Mika, el artista a un falsete pegado, hincha aún más sus ecléctica paleta; consigue que el segundo trabajo responda a la ausencia de sorpresas con entusiasmo y, de nuevo, dos o tres placeres culpables en forma de single con plumas y leotardos. Pero el esfuerzo no basta para que la cosa vuele más allá de sus fuegos artificiales: supera a Fat Bottomed Girls, sí, pero jamás a Bohemian Rhapsody.
(Esta reseña ha aparecido en el número de diciembre de Go Mag)
(Esta reseña ha aparecido en el número de diciembre de Go Mag)
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