Aunque ambientadas ambas en Irak durante la última invasión del país por parte de la coalición internacional que lideró el ejército estadounidense, Green Zone y The Hurt Locker (*) parecen películas diametralmente opuestas, la una dedicada a exponer el carácter legal pero inmoral de aquel conflicto y la otra interesada únicamente en mostrar la adicción de un hombre (y, por tanto, de cualquier hombre) a la guerra (es decir, a cualquier guerra). Las dos comparten, no obstante, un par de características que a la postre acaban hermanándolas. La primera es el trasfondo trágico de lo que narran, sea desde el descriptivo plano general (la sucesión de calles devastadas en una Bagdad a la que hemos llegado en pleno bombardeo) o desde la subjetiva sugerencia del primer plano (Jeremy Renner con la mirada perdida, incapaz de reconocerse en el supermercado donde está haciendo la compra ni en la compañía doméstica de su propia mujer e hija). Y la segunda es la traición final de dicho trasfondo trágico a partir de una muy norteamericana exaltación de la libertad individual de los protagonistas; esto es, sendos clímax donde el uso de la música o de la perspectiva de un actor secundario sobre la acción principal (la sonrisita que se dibuja en el rostro de Amy Ryan al recibir el mail de Matt Damon) confieren tintes épico-heroicos a una decisión que roza el larguero de la enfermedad mental (The Hurt Locker) y a un desenmascaramiento de la mentira que parece limpiar de culpa no a sus promotores pero sí a quienes fueron cómplices de la misma (comenzando, precisamente, por el personaje de Amy Ryan). En el caso de The Hurt Locker, tal inadecuación se traduce apenas en un desliz dramático. Pero, en lo que a Green Zone respecta, atenta de forma flagrante contra el reparto de responsabilidades que venía estableciéndose y conduce al fracaso moral de la película. Por decirlo de otro modo, la verdad prevalece e ilumina el lado norteamericano de la historia mientras Irak sigue hundiéndose en una mierda que sólo salpica a las manzanas podridas de la administración Bush Jr. “Nos engañaron”, se disculpa el Cuarto Poder. “Nosotros no somos Bourne”, asiente el populacho. Igual que el noventa por ciento de la Alemania 1933-1945 ignoraba lo que hacían los nazis, ¿verdad?
(*) Véase aquí la crítica ladradora-crepuscular del oscarizado film de Kathryn Bigelow.
(*) Véase aquí la crítica ladradora-crepuscular del oscarizado film de Kathryn Bigelow.
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