jueves, diciembre 08, 2005

25 años

“Tengo la casi seguridad de no ser el responsable de sus lágrimas cuando entro en casa y la encuentro sentada en el sofá, los ojos perdidos en un vacío de, por partes: cortinas a lado y lado, cristal de medio centímetro de espesor, metro y medio de terraza interior, barandilla de hierro, edificios y luz beige de mañana invernal condensando todos los planos en uno solo. Con un gesto sugiere que me siente junto a ella para abrazarme de lado y descansar la cabeza sobre mi pecho. Esto hace variar el cauce de sus lágrimas, que pasan a describir una S mejilla abajo camino de manchar mi camisa o que pasan a colgar de su nariz antes de golpear sordas contra la entrepierna de mi pantalón. Entonces reparo en la imagen ligeramente familiar de la portada del periódico que se extiende sobre la mesa: un Lennon de papel plano sobre la madera igual que su cuerpo de carne, algunas horas antes, exánime sobre una acera de Manhattan.
Las mismas cortinas a lado y lado, el mismo sol.”

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Este texto, tomado de las páginas 123-124 de Sorbed mi sexo, responde a una situación real de mi infancia debidamente modelada por el paso del tiempo y, claro está, travestida de cara a su puesta de largo literaria. En cualquier caso, sucedió que mis ingenuos seis años se adentraron en el salón para enfrentarse a alguna forma de tristeza procedente de mi madre. Más la televisión que ningún periódico informaban de que, aquel 8 de diciembre de 1980, nuestro Beatle de cabecera había sido abatido a balazos en Nueva York (y recuerdo haber pensado: si era inglés, qué demonios pintaba dejándose matar en Estados Unidos…).

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