Porque ignoraba estar soñando, al ver que el extremo alemán se dejaba la pelota ligeramente atrás, he intentado lanzarla a fuera de banda estirando la pierna. Y he despertado con el sorprendente, sonoro y doloroso golpear de mi pie derecho contra la pared que acompaña el lado norte de la cama. El fútbol es un estado mental. Y, mis noches, un constante quiero y no puedo.
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