lunes, diciembre 12, 2005

Intimismo urbano, opio ciudadano, asco político

Pocas actividades más proclives a fomentar la melancolía de este ladrador crepuscular que ver los edificios de la ciudad pasando al otro lado de la ventanilla de un autobús. No suelo incurrir en ella, pero el segundo percance motorizado en el plazo de una semana me ha obligado a acudir al trabajo a bordo de un número 9 articulado, como suelen ser los números 9. Y, asistiendo a la gris sucesión de portales y comercios entre la Plaza de Catalunya y la Plaza de Cerdà, no he podido dejar de reflexionar (melancólicamente, claro) sobre esa necesidad tan de ciudadano de a pie que es el creer en algo. Lo de “la-religión-es-el-opio-del-pueblo” en versión de lunes por la mañana, vamos.

Algunos, como un servidor mismamente, suelen atravesar la crisis de rigor nada más abrir los párpados al mundo (y al sonar de la alarma de la cadena). Pero no todo quisque alcanza tan velozmente ese estado de dolorosa lucidez. Por lo general, la ducha y el café con leche son los peajes obligados de quien desemboca en la consciencia. Y tal proceso suele culminar precisamente a bordo de algún medio de transporte urbano, con el periódico (más bien gratuito que de pago) abierto sobre la falda y los edificios del corazón de la ciudad (o los túneles de sus intestinos) desfilando al otro lado de la ventanilla.

Sucede así que el ciudadano o ciudadana medios se enfrentan a la información de la jornada en el momento mismo en que más necesitados se hallan de dar con un sentido a su existencia. Las barreras de su credulidad se hallan bajas, el criterio no es el mismo que dos horas más tarde, cuando se hayan metido ya un buen bocadillo vegetal entre pecho y espalda. Están, en definitiva, dispuestos a creer lo que sea. LO QUE SEA.

Y el PP lo sabe. Y se aprovecha de ello. Y sigue disparando titulares como el que firmaba Mariano Rajoy hace dos o tres mañanas: “El presidente del Gobierno rompió el pacto antiterrorista, rompió el acuerdo que tenía con el PP y aún no se lo ha explicado a los españoles. Y desde entonces, ETA gana y recibe regalos de Rodríguez Zapatero” (El País, 9/11/2005). Porque ellos no harían electoralismo con casi cuatro décadas de muertos y amputados, ¿verdad? Un partido como el suyo, con diez millones de votos sobre los hombros…

Iba yo esta mañana a bordo del 9 articulado y necesitaba creer, quería creer desesperadamente que este festival de la mentira malintencionada, del cinismo y de la indecencia se debe antes a dos docenas de ideólogos perturbados que a diez millones de personas como uno, condenadas diariamente, transporte urbano mediante, a la melancolía. Pero es posible que también yo estuviera auto-engañándome...

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