Mi amigo J.C. solía trabajar en un hospital. De entre las varias anécdotas que aquel empleo generó, dos han quedado grabadas a fuego en mi cabeza. La una tiene forma de cuchilla de bisturí, la que me regaló ciertas Navidades "por si algún día la necesitas". La otra involucra un ascensor y un paquete de tamaño XS con destino a la morgue (y la respuesta es: sí, lo llevaba en brazos; sí, se le ocurrió desenvolverlo; sí, se trataba de un cadáver). Todo lo cual me viene sugerido por la frase que encabeza este post, frase que he tomado prestada del (otro) país de los canguros (el que no es Australia). Philip Marlowe lidiaba con tipos duros, matones mafiosos y estibadores sindicalistas, su percepción es lógica pero en exceso dependiente de un contexto muy concreto. Por lo general, en cambio, nada pesa más que un corazón roto. Que en verdad vendría a ser un alma rota. ¿21 gramos? Ojalá...
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