"Error humano" de Chuck Palahniuk (Mondadori)
Palahniuk cual reportero dicharachero, apóstol de la excentricidad. Allí donde haya rareza se planta él raudo, en la diestra una libretita roja y un lápiz de punta afilada tras la oreja. Miradlo tomando notas sobre felaciones varias y sodomías diversas en el Festival del Testículo de Rock Creek Lodge. Observad cómo entrevista a los estropeados participantes del Preolímpico de lucha libre de la Región Norte en Waterloo, Iowa. Seguid sus pasos cuando se disfraza de perro dálmata y se lanza a las calles de Portland para recibir las patadas de sus vecinos. “Lo peor de escribir ficción es el miedo a echar a perder tu vida sentado delante de un teclado. La idea de que al morir te darás cuenta de que solo viviste sobre el papel”. Palahniuk, como buen vitalista, extrae fuerzas del miedo. Y se encierra tres meses en un submarino. Y entrevista a un tipo que construye castillos medievales piedra a piedra, con sus propias manos. Y monta una sesión ouija en una mansión encantada. Hasta aquí, la primera mitad de Error humano: artículos sobre gente extravagante redactados con mayor o menor gracia por el escritor más singular del país de las barras y estrellas. Sigue una galería de retratos: la actriz/cantante/iluminada Juliette Lewis, el activista gay Andrew Sullivan, la escritora Amy Hempel (atención a su relato La cosecha: es Palahniuk antes de Palahniuk), el anticristo Marilyn Manson, el hombre-cohete Brian Walker... Irregular. Restan apenas cuarenta páginas y falta el broche marca de la casa. No nos cuesta respirar. No hemos querido mirar hacia otro lado sin poder perder de vista el libro. No nos hemos sentido ametrallados por su prosa de repetición, no hemos oído las palabras cayendo al suelo como casquillos... Comienza entonces el apartado “Personal”. Y, desde la frase inicial, hallamos cuanto buscábamos: “En mi primer día como acompañante, a mi primera ‘cita’ le falta una pierna”. Son siete piezas de corte autobiográfico que hacen que todo este trayecto haya valido la pena. Porque, admitámoslo, si Chabon es la emoción y Lethem el cerebro, Palahniuk pone las vísceras. Nadie como él para darnos un buen puñetazo en el hígado y dejarnos por los suelos, felices de estar escupiendo sangre por la boca. Felices de estar vivos. Cuanto hace se presta a la caricatura, pero no le ha salido un solo imitador decente. Y en Haunted, su inminente colección de relatos, la cosa se pone incluso mejor. O peor. Correcto este Error humano. Pero atentos al acierto inhumano que está al caer.
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