lunes, febrero 12, 2007

Cuatro...

...eran los balazos que llegaba a albergar mi cuerpo en el último sueño de esta noche. Doble consideración al respecto: 1) el único que dolía de verdad era el de la ingle, así que servidor iba de hospital a hospital por su propio pie; y 2) en esta ocasión me he despertado ocho minutos antes de la hora en que debía sonar la alarma (puesto que he llegado al trabajo con solo cinco minutos de antelación, la pseudo-pesadilla ha resultado fundamental para la buena salud laboral-ladradora).

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