Tal y como Memories of murder, el anterior trabajo de Joon-ho Bong, era un retrato de las miserias de la Corea rural de los años 1980 antes que el típico thriller con violador y asesino en serie incorporado, The Host insiste en revertir el equilibrio tradicional de las (grandes) obras de género: el contenido propiamente fantástico (o policíaco) pasa a un segundo plano mientras sus interpretaciones y simbolismos (la paranoia comunista en La invasión de los ladrones de cuerpos, el miedo nuclear de La humanidad en peligro…) abandonan el armario de lo cifrado para erigirse en protagonistas principales de la función. Sucede que el tan cacareado Godzilla coreano, una bestia a medio camino entre el besugo y el brontosaurio, resulta mortal no tanto por las dentelladas que reparte a diestro y siniestro sino en cuanto anfitrión (de ahí el título) de un virus muy desconocido y la mar de pésimo. Así, los personajes lucharán durante gran parte del metraje contra los efectos de la criatura y, he aquí el quid de la cuestión, unos científicos que, por norteamericanos, pueden equivocarse todo lo necesario al dictaminar lo que un país que no es el suyo necesita. Y la película-de-monstruos poco más que correcta se transforma en un dramático, irónico, notable alegato contra la tutela de las barras y estrellas en el sudeste asiático.
(Esta reseña ha aparecido en el número de febrero de Go Mag)
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