Asisto a una reunión de trabajo en compañía de un amigo. La cita es en un rascacielos en un día festivo, por lo que subimos junto a una mujer de relaciones públicas en un ascensor desvencijado al que se accede desde la parte trasera del inmueble. Mi amigo se baja en las oficinas del piso 15, pero a mí me llevan hasta el 20, donde se encuentra la terraza. Allí la vista quita el hipo: un edificio más alto a la derecha, otro de idéntica altura al nuestro a mi espalda y, al frente, un vacío enfocado hacia el sur de Manhattan donde aparece, manteniendo su posición en el aire a escasos metros de la pared de cristal, un caza del ejército destinado a protegernos. Entonces soy consciente del estado de crispación de los demás ocupantes de la terraza. No logro identificar la amenaza que se cierne sobre nosotros, pero cuando por si acaso intento dar con las escaleras (ahora, ignoro por qué, el ascensor se encuentra un piso por debajo del mío) reparo en que no existen, que a mis pies se abre una caída de veinte pisos de patio interior y que esos veinte pisos son en realidad un añadido a la estructura del rascacielos, que debe contar con sus buenos ochenta niveles. Momento en que una persona se lanza al vacío, lo que provoca un grito de sorpresa en el hombre que tengo más cerca a mi derecha. De repente, el caza se ha transformado en una nave individual que identifico como propia de la Ciudad de las Nubes de El Imperio Contraataca...
Y despierto exactamente treinta segundos antes de las 8:30, hora a la que he fijado la alarma para comenzar a traducir...
Y despierto exactamente treinta segundos antes de las 8:30, hora a la que he fijado la alarma para comenzar a traducir...
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