Es ley de vida: quien a hierro mata a hierro muere. Robert Hanssen fue el peor topo en la historia de los servicios de inteligencia norteamericanos hasta que los servicios de inteligencia norteamericanos decidieron ponerle un topo. El espía relata su caída…
Billy Ray gasta nombre de personaje secundario de Thelma y Louise, de Medianoche en el jardín del bien y del mal, de (en definitiva) paleto sureño a una botella de Jim Bean pegado. En cuanto guionista y realizador, no obstante, sus debilidades pasan menos por los bares de carretera entre Nashville y Tallahasee que por los personajes reales con residencia en Washington D.C. y el armario repleto de esqueletos. En El precio de la verdad pasó revista a la (breve) trayectoria profesional de Stephen Glass, periodista que se las arregló para inventar parcial o totalmente 27 de los 41 artículos que publicara en The New Republic. Y en El espía ha ido a retratar a otro crack de la mentira caído en desgracia ante todo un país (cuando de crucificar a alguien se trata, Estados Unidos es mucho Estados Unidos): Robert Hanssen, el agente del FBI que se vendió al enemigo rojo incluso cuando este había perdido ya su comunista color. Con un convenientemente torturado, horriblemente maquillado Chris Cooper en el papel del topo; con un bastante correcto Ryan Philippe en la piel de su asistente, Billy Ray escarba en el alma del personaje con menos moralina que pragmatismo yanqui: quien traiciona a un traidor, cien años (y una película) de perdón.
(Este es el texto originalmente remitido a Fotogramas y publicado con ciertas alteraciones en la sección "Basado en hechos reales" del número de diciembre)
sábado, diciembre 22, 2007
El espía del espía
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