miércoles, diciembre 26, 2007

Lynchland Empire

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En su Trilogía de la Locura (también conocida como “Si hoy es Hollywood mañana estoy como una regadera”), David Lynch suele comenzar mostrándonos lo que no es, posiblemente lo que sus personajes desearían que hubiera sido. Entre cuarenta minutos y una hora más tarde, cuando ya hemos interiorizado ese estado de la cuestión, planta un interludio hipnótico-onírico (la carretera nocturna de Lost Highway, los surcos del disco de Inland Empire) que devendrá punto de inflexión. Y, durante lo que resta de metraje, obliga al protagonista a darse de bruces con una situación mucho menos idealizada, propia de su esquizofrenia, mientras el espectador se revuelve en el asiento, víctima del rompecabezas en que ha devenido la estructura narrativa tradicional.

Porque en Los Ángeles todo Dios aspira a ser estrella de cine, la Naomi Watts de Mulholland Drive soñaba, en los instantes previos a su muerte, la posibilidad de participar en una gran producción de la mano de su amante, una Laura Harring que en la vida real la había abandonado y que en la fantasía dependía total y exclusivamente de ella, por amnésica y por objeto de un maligno complot. De modo ciertamente paralelo, la Laura Dern de Inland Empire no es una actriz glamourosa a la que contratan para realizar el remake de un oscuro film polaco, sino un ama de casa destrozada por la culpa adúltera, una pobre mujer que tan pronto se desea viviendo en las mansiones de Beverly Hills como se juzga puta callejera en las peores esquinas de Hollywood Boulevard: Conciencia Aterradora, mismamente.

Sentado lo cual, toca aclarar que ni siquiera el más genial de los trileros acierta siempre: menos rotunda que Lost Highway, notablemente más dispersa que Mulholland Drive, Inland Empire ve en varias ocasiones cómo sus atmósferas se deshilachan por exceso de metraje y redundancia. Añade poco a lo ya mostrado y nos obliga a preguntarnos si Lynch, cual Sísifo del celuloide, no se sentirá condenado a realizar una y otra vez la misma película en busca de la (improbable) comprensión y aceptación por parte del mundo de los mortales.

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