lunes, diciembre 17, 2007

"La Brújula Dorada" (o: Pocas luces en el Norte)

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Lyra Belacqua, una huérfana que no es huérfana en un mundo que no es nuestro mundo, ejerce de eje conductor de esta Odisea cuyos personajes se muestran tan obsesionados con las tierras del norte como sus responsables con llenarse los bolsillos a base de entradas de cine y merchandising durante las próximas fiestas navideñas. Unos y otros alcanzarán su objetivo, de ello no nos cabe la menor duda. Pero, al igual que en los peores viajes, el cómo y el durante serán lo de menos. Demasiado ligera en sus secuencias de acción pero dolorosamente viscosa en las de diálogo, La Brújula Dorada ofrece tres pros bajo una granizada de contras: su diseño artístico, el movimiento digital de su amplia nómina zoológica y un Sam Elliott capaz de contagiar cierto carisma a 114 minutos de metraje que, quizá por aquello de la adecuación fondo-forma, constituyen un interminable desierto (helado) en lo emocional. Y quien dice emocional dice dramático. Es así que la huérfana que no es huérfana en un mundo que no es nuestro mundo acaba protagonizando una película fantástica que podrá ser muchas cosas, pero que desde luego no es fantástica ni película ni, sniffff, una atalaya que invite a leer la trilogía de Philip Pullman.

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