Para ulular lastimeramente:
Su único, breve, inofensivo defecto se hallaba ya en las páginas del libro de Gaiman: el segundo acto se hace cinco minutos (o un capítulo) demasiado largo. Por lo demás, absolutamente nada.
Para aullar efusivamente:
Que, por una vez en el apartado de las adaptaciones literarias al cine, el celuloide supere con creces a un negro sobre blanco de por sí notable: todo cuanto Gaiman imaginó aparece aquí haciendo bueno aquello de la imagen y las mil palabras (véase lo perturbadores que llegan a resultar los ojos de botón). Que tal festival se deba no a los últimos avances digitales sino a una labor mucho más artesanal, toda una cima y punto y aparte en el terreno de la animación. Que Henry Selick no haya necesitado oscurecer físicamente la película para que ésta resulte tan angustiante como la novela. La caracterización de todos y cada uno de los personajes. El contraste entre el mundo real y el alternativo; y, en este último, entre sus versiones fantástica y de andar por casa (atención a la transformación de los perros en murciélagos, que a su vez remiten a los canes disecados y vestidos de ángeles que decoran el piso de las actrices de variedades). Etcétera, etcétera, etcétera.
El consejo crepuscular:
Véala, disfrútela, piénsela. No porque haya en ella el menor hermetismo. Sí porque, cuando miramos a través del espejo, la imagen que se nos devuelve desde el otro lado difiere de persona a persona, de un día al otro.
Su único, breve, inofensivo defecto se hallaba ya en las páginas del libro de Gaiman: el segundo acto se hace cinco minutos (o un capítulo) demasiado largo. Por lo demás, absolutamente nada.
Para aullar efusivamente:
Que, por una vez en el apartado de las adaptaciones literarias al cine, el celuloide supere con creces a un negro sobre blanco de por sí notable: todo cuanto Gaiman imaginó aparece aquí haciendo bueno aquello de la imagen y las mil palabras (véase lo perturbadores que llegan a resultar los ojos de botón). Que tal festival se deba no a los últimos avances digitales sino a una labor mucho más artesanal, toda una cima y punto y aparte en el terreno de la animación. Que Henry Selick no haya necesitado oscurecer físicamente la película para que ésta resulte tan angustiante como la novela. La caracterización de todos y cada uno de los personajes. El contraste entre el mundo real y el alternativo; y, en este último, entre sus versiones fantástica y de andar por casa (atención a la transformación de los perros en murciélagos, que a su vez remiten a los canes disecados y vestidos de ángeles que decoran el piso de las actrices de variedades). Etcétera, etcétera, etcétera.
El consejo crepuscular:
Véala, disfrútela, piénsela. No porque haya en ella el menor hermetismo. Sí porque, cuando miramos a través del espejo, la imagen que se nos devuelve desde el otro lado difiere de persona a persona, de un día al otro.
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