¿Saben aquel que dice que son diversas cadenas catódicas que se aprestan a cubrir la inauguración del lavabo público más moderno del mundo? Ignorantes de estar haciendo historia, una serie de transeúntes en distintos puntos del globo llegan a la carrera, víctimas de atroces retortijones intestinales, y se adentran en el innovador habitáculo tras introducir los preceptivos euro/dólar/libra/peso, etc. en la ranura...
Esa misma noche, un inocente ciudadano español (le llamaremos X, para preservar su derecho a la intimidad) se relaja en el sofá, pone los pies sobre la mesa-revistero, abre una lata de cerveza, enciende el televisor y se lanza al ritual ejercicio del zapping. Al pasar, pongamos, por Antena 3, descubre un rostro familiar en la pantalla, tan familiar como que es el suyo propio, en riguroso primer plano, ligeramente congestionado, una gotita de sudor perlándole la frente. Varios segundos de espera y ahora se ve a sí mismo hurgándose la nariz, extrayendo una burilla que la voz en off describe en términos de “monstruo verde y tentacular”. Sigue un nuevo lapso con los dos o tres resoplidos del hombre de la jornada cual única novedad. El plano comienza a abrirse. X busca a su alrededor y, al no dar con el papel higiénico, se decide a apretar el botón que reza “Fin”. El realizador pasa a un plano nadir desde el interior de la taza y nuestro héroe vuelca la cerveza ante la contemplación de su orondo trasero, una luna llena ligeramente peluda y partida en dos gajos que es despojada de restos fecales gracias a, en palabras del comentarista, “una revolucionaria técnica de ultrasonidos”. Aterrado, X cambia de canal mientras que tanto el teléfono de casa como su móvil comienzan a sonar. Pero la pesadilla sigue ahí, omnipresente, pues el rostro esforzado y enrojecido que solía pertenecerle en exclusiva es ahora publicitado tanto a través de TVE 1 como de Tele 5, y el presentador del telediario autonómico se dispone también a comentar la historia. X regresa a Antena 3 a tiempo de ver, en plano cenital, como una escobilla automática limpia el rastro de sus deposiciones mientras la voz en off hace alusiones a lo “compacto” y “contundente” del “submarino”…
Una hora más tarde, el ciudadano inglés Y se sienta ante una taza de té y enciende el pequeño televisor que reposa sobre la encimera de la cocina. Pongamos que es en la BBC 2 donde da con la grabación de una silueta que le es familiar entrando en un lavabo público de Leicester Square. La pantalla muestra cómo unas manos de dedos finos y largos cuelgan un paraguas y un bombín del gancho que hay tras la puerta, cómo unos pantalones oscuros descienden para quedar enrollados alrededor de unos zapatos negros perfectamente lustrados. Le sucede en afable plano medio un profesor de la Universidad Politécnica de Oxford y una didáctica explicación, acompañada de imágenes recreadas por ordenador, sobre las recién descubiertas posibilidades higiénicas de los ultrasonidos. Vemos las manos de dedos finos y largos recuperando el bombín y el paraguas. Y, ya desde el exterior, a la familiar silueta alejándose camino de Charing Cross. “Como que era yo”, se sonríe Y, dando un nuevo sorbo a su taza de té.
Pues eso.
Esa misma noche, un inocente ciudadano español (le llamaremos X, para preservar su derecho a la intimidad) se relaja en el sofá, pone los pies sobre la mesa-revistero, abre una lata de cerveza, enciende el televisor y se lanza al ritual ejercicio del zapping. Al pasar, pongamos, por Antena 3, descubre un rostro familiar en la pantalla, tan familiar como que es el suyo propio, en riguroso primer plano, ligeramente congestionado, una gotita de sudor perlándole la frente. Varios segundos de espera y ahora se ve a sí mismo hurgándose la nariz, extrayendo una burilla que la voz en off describe en términos de “monstruo verde y tentacular”. Sigue un nuevo lapso con los dos o tres resoplidos del hombre de la jornada cual única novedad. El plano comienza a abrirse. X busca a su alrededor y, al no dar con el papel higiénico, se decide a apretar el botón que reza “Fin”. El realizador pasa a un plano nadir desde el interior de la taza y nuestro héroe vuelca la cerveza ante la contemplación de su orondo trasero, una luna llena ligeramente peluda y partida en dos gajos que es despojada de restos fecales gracias a, en palabras del comentarista, “una revolucionaria técnica de ultrasonidos”. Aterrado, X cambia de canal mientras que tanto el teléfono de casa como su móvil comienzan a sonar. Pero la pesadilla sigue ahí, omnipresente, pues el rostro esforzado y enrojecido que solía pertenecerle en exclusiva es ahora publicitado tanto a través de TVE 1 como de Tele 5, y el presentador del telediario autonómico se dispone también a comentar la historia. X regresa a Antena 3 a tiempo de ver, en plano cenital, como una escobilla automática limpia el rastro de sus deposiciones mientras la voz en off hace alusiones a lo “compacto” y “contundente” del “submarino”…
Una hora más tarde, el ciudadano inglés Y se sienta ante una taza de té y enciende el pequeño televisor que reposa sobre la encimera de la cocina. Pongamos que es en la BBC 2 donde da con la grabación de una silueta que le es familiar entrando en un lavabo público de Leicester Square. La pantalla muestra cómo unas manos de dedos finos y largos cuelgan un paraguas y un bombín del gancho que hay tras la puerta, cómo unos pantalones oscuros descienden para quedar enrollados alrededor de unos zapatos negros perfectamente lustrados. Le sucede en afable plano medio un profesor de la Universidad Politécnica de Oxford y una didáctica explicación, acompañada de imágenes recreadas por ordenador, sobre las recién descubiertas posibilidades higiénicas de los ultrasonidos. Vemos las manos de dedos finos y largos recuperando el bombín y el paraguas. Y, ya desde el exterior, a la familiar silueta alejándose camino de Charing Cross. “Como que era yo”, se sonríe Y, dando un nuevo sorbo a su taza de té.
Pues eso.
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