Extracto el artículo de Nicolai Ouroussoff para The New York Times, traducido al español en el encarte que este diario publica cada jueves en El País. Las no-cursivas son de un servidor:
(...) Si todavía hay gente aferrada a la esperanza de que la Torre de la Libertad se convierta en un monumento a los ideales estadounidenses más elevados, el diseño actual debería sacarles por fin de su delirio. El proyecto, sombrío, opresivo y de torpe diseño, insinúa un monumento a una sociedad que le ha dado la espalda a cualquier idea de apertura cultural. Es exactamente el tipo de pesadilla que los funcionarios gubernamentales afirmaban que nunca se produciría aquí: una torre inexpugnable blindada contra el mundo exterior. (...)”
”La tentación es descalificarla como si se tratara de una broma. (...) Para bien o para mal, será vista por el mundo como una escalofriante expresión de cómo reestructuramos nuestra identidad en el contexto posterior al 11/S. (...)”
“Pero si ésta es una obra de arquitectura potencialmente fascinante, por desgracia lo es en el mismo sentido que las pesadillas arquitectónicas de Albert Speer: una expresión de los valores de una era concreta. A su manera, la torre simboliza un mundo modelado por el terror. (...)”
“Todo sería más fácil de perdonar si fuera sólo la consecuencia de un mal diseño. Pero la zona cero en realidad no está siendo concebida por arquitectos, sino por políticos. (...)”
“Paradójicamente, si la Torre de la Libertad se redujera en doce pisos y se rebautizara, es posible que ya no se la considerara un objetivo primordial. El fortificarla es, en cierto sentido, un acto de desviación. Lanza un mensaje a los terroristas: aquí no ataquéis, estamos protegidos contra vosotros. Id a la puerta de al lado.”
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