Ingredientes (o de cómo intentar dar la campanada cinematográfica cuando eres un escritor de éxito razonable):
- Una cucharada (bastante arbitraria) del realismo mágico de Amélie.
- Tres o cuatro tonadillas populares à la On connaît la chanson.
- Una pastilla de angustia vital de la marca El adversario.
- 200 gramos de revancha personal contra el mundillo literario.
- 100 gramos de misoginia camuflada de franco savoir vivre.
- 50 gramos de elitismo presentado como si de optimismo social se tratara.
Dispóngase todo ello sobre el celuloide y déjese cocer durante cien minutos sin revolver demasiado, de modo que los elementos narrativos floten siempre por encima de los visuales. Pásese por el colador de las supuestas buenas intenciones y dispóngase inmediatamente en la sala de cine más cercana, que este plato frío podría tranquilamente no valer nada.
- Una cucharada (bastante arbitraria) del realismo mágico de Amélie.
- Tres o cuatro tonadillas populares à la On connaît la chanson.
- Una pastilla de angustia vital de la marca El adversario.
- 200 gramos de revancha personal contra el mundillo literario.
- 100 gramos de misoginia camuflada de franco savoir vivre.
- 50 gramos de elitismo presentado como si de optimismo social se tratara.
Dispóngase todo ello sobre el celuloide y déjese cocer durante cien minutos sin revolver demasiado, de modo que los elementos narrativos floten siempre por encima de los visuales. Pásese por el colador de las supuestas buenas intenciones y dispóngase inmediatamente en la sala de cine más cercana, que este plato frío podría tranquilamente no valer nada.
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