La cosa consistía en presentarse en el Saló del Llibre, plantarse frente a un ordenador (que se proyectaba sobre una pantalla plana de tamaño más que razonable sobre la pared) y redactar a lo largo y ancho de cuatro horas (que al final fueron casi cinco) un relato que contuviera las palabras sugeridas por el público. Experiencia ciertamente curiosa (el tono varió entre lo infantil de la primera hora, protagonizada por los niños de instituto, y la tragedia noruega de media tarde, cuando comenzaron a aparecer los clubs de lectura de jubilados de
viernes, noviembre 23, 2007
El ladrador al que le "regalaban" palabras
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