Cuenta la leyenda que Eddie Vedder compuso la letra de Alive mientras surfeaba en una playa de San Diego. También que, cuando se atascó creativamente durante la grabación de Vs, fue en las marchas montaña a través donde recuperó la inspiración. Tipo tirando a introspectivo pero proclive también al estallido de rabia vital, el líder de Pearl Jam parece en efecto un fenómeno de la naturaleza: hermoso y terrible, inesperado y pasajero, confuso y profundo. No es de extrañar, por tanto, su relación con la banda sonora del más reciente film de Sean Penn, la historia real de un universitario que cierto día decidió donar 24.000 dólares a beneficencia para lanzarse a vagabundear por Estados Unidos y que fue a fallecer de hambre un par de años más tarde en los bosques de Alaska. Claro que emociones paralelas a las de tal historia las viene narrando Vedder desde hace tres lustros largos. Y cuanto aquí factura, aunque poblado por instantes de gran belleza, no deja de parecer una colección de apostillas a la mejor vertiente acústica de su banda madre (sensación exacerbada por los siete temas que mueren antes de rozar siquiera los tres minutos). Bastante leyenda ha protagonizado ya el amigo, pero la cosa no pasa de tibia.
(Esta reseña ha aparecido en el número de noviembre de Go Mag)
(Esta reseña ha aparecido en el número de noviembre de Go Mag)
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