Son de Dublín y en su tercer largo se han puesto adolescentes. Esto es, expansivos. Utópicos. Ambiciosos. Irreflexivos. Exhibicionistas (a ratos también retraídos). Festivos. Mitómanos. Estupendos, ya que para llamarlos al orden formal había ahí un tipo tan amigo de maquillar acnés y administrar bromuros como Tony Hoffer (a la sazón productor de The Kooks y The Fratellis). Sucede, no obstante, que ciertos tics propios de tan procelosa edad no los camufla ni una manada de elefantes en estampida. Y a fe que se trata de reacciones violentamente subjetivas, pero el abajo firmante, por ejemplo, no fue capaz de tragar la voz de Conor Deasey durante la primera escucha del álbum. A partir de ahí, es de recibo reconocerlo, este voluptuoso repaso a los usos del brit pop de los 1980 con guiños al Springsteen de los 1970 (sí, ¿no?) prendió en él para alegrarle alguna que otra tarde, no desde luego para cambiarle la vida. ¡Bien, pues, por la (falsa) pubertad irlandesa en su más juguetón apartado!
(Esta reseña ha aparecido en el número de noviembre de Go Mag)
(Esta reseña ha aparecido en el número de noviembre de Go Mag)
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