sábado, marzo 08, 2008

ETA y el fin que comienza y no llega

Se están cumpliendo cuatro años desde que servidor pronosticara el principio del fin de ETA, la inevitable derrota del miedo político propio de los años 1970, de tiro en la nuca y mochila-bomba en restaurante, frente al terror religioso de este siglo XXI, igualmente indiscriminado pero notablemente más cruento, fotogénico e incomprensible, con sus suicidas estructurados y sus torres gemelas derribadas y, en lo que a España respecta, sus trenes de la muerte retorcidos y abandonados a un silencio sólo roto por el sonar de los teléfonos móviles.

Pero han transcurrido prácticamente cuatro años y ETA sigue ahí, firmando el balazo que acaba con la vida de un ex regidor socialista a fin de monopolizar la atención informativa durante la jornada de reflexión, que no es poca propaganda. Y uno, sabedor de que el terrorismo tiene tanto de plaga como de inercia, no puede evitar preguntarse por qué la legislatura menos mortal de nuestra democracia ha seguido otorgando tamaño protagonismo a una banda que atravesaba el peor momento de su historia, a la que tanto le cuesta hoy día cometer un asesinato que escoge como víctima a alguien ya desligado de la política (ergo desprotegido) con uno de los feudos gobernados por ANV como escenario.

Se ha defendido, desde este blog, la necesidad de un diálogo que, unido a la acción de la policía y la justicia, sumara puntos a la desaparición de ETA al desconectar las reivindicaciones de la banda respecto a las de su base social. Al volver la vista atrás, no obstante, brota la sensación de que la negociación llegó antes de tiempo, de que los unos se apresuraron a emprenderla por exceso de orgullo mientras los otros la criticaban por electoralismo puro y duro, y de que entre ambos se las han arreglado para seguir alimentando a una bestia herida de muerte por la mayor y más ciega fiereza de su darwinista, islamista competidor. Error en verdad trágico: aunque siempre sea ETA la que mate, y por tanto sobre ella deba recaer el total de las culpas, quizá la de ayer fuera una de las pocas muertes que quienes poblamos este lado de la cordura podríamos haber evitado.

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