En Highway Patrolman, Springsteen contó la historia de Joe Roberts, sargento de policía del estado de Michigan que cruza la noche en pos de su criminal hermano Frank para dejarlo escapar, por fin, a cinco millas de la frontera canadiense. Bien, el protagonista tipo del imaginario de Fountains of Wayne sería el joven que ve fugazmente pasar la persecución fraterna desde la gasolinera a la que ha acudido para agenciarse unos preservativos y un cartón de leche… Más allá de toda épica, menos acá de toda lírica, el cuarto trabajo de Collingwood, Schlesinger y compañía sigue hundiendo la cucharilla de la ironía en el helado de la América que nunca abrirá las noticias de las nueve (a menos que el “héroe” de turno ejerza de presentador en una cadena local, claro). Coches y amores, atajos y desencuentros, catálogos de muebles y hoteles de tiempo detenido sobre los que tanto llueve el guitarreo poderoso como el rasguido folkie-country y el coro pop desvergonzado: catorce suman las anécdotas aquí primorosamente presentadas. Todo vale. Todo funciona. Y a quién le importa la Historia ante tan jugosa sucesión de anécdotas…
(Esta reseña ha aparecido en el número de verano de Go Mag)
(Esta reseña ha aparecido en el número de verano de Go Mag)
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