miércoles, julio 09, 2008

Alondraciones (1)

Viajar, a veces, no es lo que era. Uno llega al aeropuerto en moto. Cuarenta y cinco minutos antes de que salga su vuelo, por llevar bolsa de mano y por haber realizado el check-in a través de la página web de British Airways. Pasa el control de equipajes en un periquete, hace un par de compras en el duty free, se sube al avión y, apenas dos horas y media más tarde, está sentado a la mesa degustando el pollo asado y la ensalada con que le obsequia su hermano londinense (el truco radica en tener por destino el City Airport, a tres paradas contadas en DLR del fraterno domicilio).

Viajar, a veces, vuelve a ser lo que era. Uno llega al aeropuerto en DLR con la misma bolsa de mano, el mismo check-in cibernético y sus cincuenta minutos de antelación para descubrir que la salida del vuelo tiene tres horas de retraso. Los primeros noventa minutos, aún escoltado por el londinense hermano, transcurren frente a un bollo de canela y un zumo verdosamente delicioso en el Starbuck's del lugar. Los siguientes, devorando la prensa británica del día en la sala de espera, mientras los altavoces reclaman a varios ocupantes del vuelo a Barcelona para darles nuevos asientos. Y es que, habida cuenta lo escaso del pasaje, nos han adjudicado otra aeronave, una que debió conocer sus momentos de gloria en tiempos de la guerra. Sí, de la Guerra de las Dos Rosas.

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