Para ulular lastimeramente:
El trabajo de sus actores principales -no es que Mark Wahlberg y Zooey Deschanel sean por lo general un festival interpretativo, pero aquí deben además lidiar con unos personajes ridículamente vacuos: hasta el Bruce Willis de The Sixth Sense tenía más "vida". Que la idea le dure a Shyamalan media hora; que a continuación se pase otra media hora hinchándola; que para sumar noventa minutos deba sacarse de la manga un tercer acto que nada tiene que ver con el resto de la película: hasta el Samuel L. Jackson de Unbreakable tenía más solidez. Su obvio y patosamente bienintencionado mensaje ecologista: hasta el Joaquin Phoenix de Signs tenía más matices.
Para aullar efusivamente:
Todos y cada uno de sus suicidios, al punto que el mal rollo acumulado durante la media hora inicial nada debe envidiar a cualquier Funny Games de Haneke. Ciertos secundarios maravillosamente puestos: el obrero de la construcción que rompe a temblar al ver caer a sus compañeros, el revisor que comunica a Mark Wahlberg que el tren ha perdido contacto con el resto del mundo, incluso la (insistimos, muy gratuita) mujer del bosque... Y la elegancia marca de la casa a la hora de componer el encuadre y generar tensión a partir del más sencillo de los elementos (véase la rajita en la tela que cubre el jeep de John Leguizamo).
El consejo crepuscular:
Que el fan a ultranza corra a verla: un mal Shyamalan es mucho mejor que el 66,6 por ciento de cuanto se estrene este año. El resto, en cambio, puede conformarse con la descarga del tráiler en alta definición: todos los grandes planos de la película están ahí.
El trabajo de sus actores principales -no es que Mark Wahlberg y Zooey Deschanel sean por lo general un festival interpretativo, pero aquí deben además lidiar con unos personajes ridículamente vacuos: hasta el Bruce Willis de The Sixth Sense tenía más "vida". Que la idea le dure a Shyamalan media hora; que a continuación se pase otra media hora hinchándola; que para sumar noventa minutos deba sacarse de la manga un tercer acto que nada tiene que ver con el resto de la película: hasta el Samuel L. Jackson de Unbreakable tenía más solidez. Su obvio y patosamente bienintencionado mensaje ecologista: hasta el Joaquin Phoenix de Signs tenía más matices.
Para aullar efusivamente:
Todos y cada uno de sus suicidios, al punto que el mal rollo acumulado durante la media hora inicial nada debe envidiar a cualquier Funny Games de Haneke. Ciertos secundarios maravillosamente puestos: el obrero de la construcción que rompe a temblar al ver caer a sus compañeros, el revisor que comunica a Mark Wahlberg que el tren ha perdido contacto con el resto del mundo, incluso la (insistimos, muy gratuita) mujer del bosque... Y la elegancia marca de la casa a la hora de componer el encuadre y generar tensión a partir del más sencillo de los elementos (véase la rajita en la tela que cubre el jeep de John Leguizamo).
El consejo crepuscular:
Que el fan a ultranza corra a verla: un mal Shyamalan es mucho mejor que el 66,6 por ciento de cuanto se estrene este año. El resto, en cambio, puede conformarse con la descarga del tráiler en alta definición: todos los grandes planos de la película están ahí.
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