
Sean Young ha colgado en su página web una colección de polaroids tomadas durante el rodaje de Blade Runner (aquí, el replicante enlace).




No soy dura,
ocurrente ni estoica.
Me quedo mustia
después del vino, el sexo
y las conversaciones intensas.
Cuando se quedan vacías las calles
se enroscan a mi cuerpo.
Soy hembra.
Me asusto.

Emopop-rock. Dos son los males que suelen aquejar al individuo genial y es de suponer que pacer en el amable estado de Nebraska no soluciona este particular; hablamos, en fin, del cansancio y el tedio. Frente al esparcimiento de sus recientes trabajos al frente de la Mystic Valley Band, pese a su voluntad de pasar por “uno más” en la alineación del supergrupo Monsters of Folk, Conor Oberst superó la barrera de los 30 anunciando que el décimo álbum de Bright Eyes (vigesimoprimero de su carrera, si no nos fallan las cuentas) sería también el último bajo tal etiqueta. Cumpla o no la amenaza, el cambio de orientación entre la Americana precedente y el emopop presente resulta revelador. Menos regreso a ciertas raíces que huida hacia un lado, The People’s Key reincide en los intereses esotéricos y confesiones catárticas marca de la casa, y se mantiene por encima de la media ajena (Oberst es mucho compositor) mientras no alcanza a hacer justicia al listón propio: gajes de la genialidad.

"Han bastado poco más de 20.000 tunecinos para poner en cuestión uno de los mayores logros de la integración europea: la supresión de los controles fronterizos entre los Estados miembros establecida por el acuerdo de Schengen de 1985. Un dato ilustra a la perfección hasta qué punto Europa se dirige al abismo de la xenofobia: la supresión de controles internos entre los Estados miembros de la Unión Europea se puso en marcha en 1995 cuando, como consecuencia de la guerra de Yugoslavia, Europa tenía que hacer frente a una inmensa ola de más de 600.000 refugiados. Solo Alemania se hizo cargo de 345.000 personas, en un esfuerzo poco conocido y mucho menos reconocido, pero otros países también estuvieron a la altura: Austria acogió a 80.000, Suecia 57.000, Suiza 25.000, Países Bajos 24.000 y Dinamarca 20.000.
(...) Nadie ejemplifica mejor el sinsentido de esta Europa xenófoba que nos ha tocado vivir que los finlandeses, que según las estadísticas conviven con 98.500 inmigrantes no comunitarios (un ridículo 1,8% de su población). (...) Pese a ello, el partido de los 'auténticos finlandeses' ha arrasado con un mensaje populista y anti-inmigración en las recientes elecciones. Prepárense, porque es el futuro de Europa.
(...) En la Unión Europea hay 20 millones de inmigrantes no comunitarios, lo que representa apenas un 4% de la población. (...) Para empeorar las cosas, esta Europa a veintisiete que quiere impartir lecciones de democracia y solidaridad a todo el mundo solo tuvo a bien en 2010 aprobar 55.100 solicitudes de asilo. Países como Alemania, una vez más, asumieron su responsabilidad, aceptando casi el 20% de esas solicitudes. España, por el contrario, sólo estimó favorablemente 610 solicitudes."

Nos revela Wikipedia que la leyenda del suicidio en masa de los leminos se sustenta en una sola prueba visual: un documental de Disney fechado en 1959, galardonado con el Oscar y donde parece que fueron los propios realizadores quienes orquestaron el comunitario salto a la gloria de la marabunta roedora. La metáfora, no obstante, sigue resultando válida para la mayoría de relatos de esta breve, jugosa recopilación: aquéllos en los que el autor vuelve la vista atrás para dirigirla hacia su juventud en el barrio de Boedo, días afines al primer amor y la segunda decepción, que transcurren al son de los discos de Led Zep, entre amigos que lenta pero certeramente van cayendo en la droga y otras formas de autodestrucción, enfrentamientos entre patotas rivales incluidos. Hay épica juvenil y lírica adulta en el retrato, tal y como funcionan a la perfección los juguetones registros coloquiales de los distintos personajes. Pero, más allá del testimonio generacional, insistimos que brillante pero varias veces leído (imposible no emparentar a su Máximo Disfrute con el pícaro casavelliano de Los juegos feroces, por ejemplo), Casas se trae otro souvenir de su juventud: la prestidigitación del potrero, esa gambeta que amaga por aquí para salir algo más allá, derrotando tanto la expectativa como el sentido común, y que nos lleva a ponernos en pie para, entre asombrados y entusiasmados, aplaudir a rabiar ante piezas como La mortificación ordinaria o El relator.


