En sus días, José María Aznar se aupó al poder gracias a los GAL y fue descabalgado de él a raíz del 11-M: gestión del terrorismo por parte del Gobierno en uno y otro caso. Hoy, por no decir anteayer, Mariano Rajoy se lanzó a la Reconquista de la Moncloa (petición de elecciones anticipadas incluida) a partir de un mejunje de teorías conspirativas según las cuales etarras y salafistas toman juntos el té de las cinco en Valdemoro mientras José Luis Rodríguez Zapatero llama cada noche a Arnaldo Otegi para prometerle que le cederá Navarra y que ni la Real ni el Athletic bajarán a Segunda a cambio de que ETA no vuelva a matar (el que la banda se halle en el período asesino más bajo de su historia es prueba evidente de tal sumisión).
Pero Rajoy debe dudar de tan frágiles ámbitos de desencuentro. Y es por ello que, ante la posibilidad de que el terrorismo no resulte suficiente en esta España en la que apenas hay ya terrorismo, donde las amenazas apuntan antes a La Meca radical que a las barriadas de Renteria, ha decidido añadirle al guiso una salsa rojigualda que le dé consistencia. De De Juana pasamos a una nación en peligro, y de ahí al himno y la bandera, y de ahí a una confusión tal que ya no sabemos quién nos ataca ni por qué, sólo resta la etérea sensación de amenaza y la refleja necesidad de cerrar filas para defenderse del agresor, sea éste quien sea, todos ellos... El sábado, 337.000 personas (2.125.000 según la Comunidad de Madrid) picaron el anzuelo. Veremos cuántas lo hacen en las urnas.
Mariano Rajoy escucha el himno nacional en fotografía de Gorka Lejarcegi para El País.
Pero Rajoy debe dudar de tan frágiles ámbitos de desencuentro. Y es por ello que, ante la posibilidad de que el terrorismo no resulte suficiente en esta España en la que apenas hay ya terrorismo, donde las amenazas apuntan antes a La Meca radical que a las barriadas de Renteria, ha decidido añadirle al guiso una salsa rojigualda que le dé consistencia. De De Juana pasamos a una nación en peligro, y de ahí al himno y la bandera, y de ahí a una confusión tal que ya no sabemos quién nos ataca ni por qué, sólo resta la etérea sensación de amenaza y la refleja necesidad de cerrar filas para defenderse del agresor, sea éste quien sea, todos ellos... El sábado, 337.000 personas (2.125.000 según la Comunidad de Madrid) picaron el anzuelo. Veremos cuántas lo hacen en las urnas.
Mariano Rajoy escucha el himno nacional en fotografía de Gorka Lejarcegi para El País.
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