Es cuestión de mera metonimia: el todo por la parte, la parte por el todo… Cuando Jesús de Polanco habla en una junta de accionistas de Prisa, su posición es menos la de un particular que la del máximo representante de El País, la Cadena SER y demás medios pertenecientes a ese conglomerado empresarial. Medios que, claro está, jamás podrían permitirse el calificar al principal partido de la oposición, a los diez millones de personas que acertada o erróneamente lo votan, en términos tan de andar por casa como “antidemocrático” o “guerracivilista”. Sus palabras pertenecen al ámbito de las comidas de negocios, a esas sobremesas de purito y Pacharán en las que se puede polemizar bravuconamente porque tus comensales, coincidan o no contigo, se hallan al menos tan alegres y desparramados como tú.
No ha sido el único desliz de Polanco durante las últimas jornadas. Un periódico puede pertenecer a una empresa, pero jamás debe regirse como tal, buscando la unidad de acción y de opinión. Hermann Tertsch, histórico de El País y habitual de sus columnas editoriales (con las que este ladrador a menudo no comulgaba, todo sea dicho), ha sido obligado a abandonar el diario a causa de la colaboración semanal que realizaba también en un programa de Telemadrid. Puesto que difícilmente las 625 líneas pueden ser consideradas competencia para un medio escrito, queda meridianamente claro que su salida se debe a la pepera orientación política de la cadena autonómica (o, lo que es peor, que la pepera orientación política de la cadena autonómica ha sido la excusa para deshacerse de una voz que comenzaba a antojarse disidente).
En estos tiempos de crispación y sordidez, con un PP atravesando la peor de las adolescencias, cada vez más encerrado en su habitación y cada vez más resentido con cuanto lo rodea (esto es, el resto del mundo), habría hecho bien Polanco, habría hecho bien Prisa, en no añadir más leña el fuego. La dos Españas no son cosa de uno solo. Y si esto se quema, aquí ardemos todos.
No ha sido el único desliz de Polanco durante las últimas jornadas. Un periódico puede pertenecer a una empresa, pero jamás debe regirse como tal, buscando la unidad de acción y de opinión. Hermann Tertsch, histórico de El País y habitual de sus columnas editoriales (con las que este ladrador a menudo no comulgaba, todo sea dicho), ha sido obligado a abandonar el diario a causa de la colaboración semanal que realizaba también en un programa de Telemadrid. Puesto que difícilmente las 625 líneas pueden ser consideradas competencia para un medio escrito, queda meridianamente claro que su salida se debe a la pepera orientación política de la cadena autonómica (o, lo que es peor, que la pepera orientación política de la cadena autonómica ha sido la excusa para deshacerse de una voz que comenzaba a antojarse disidente).
En estos tiempos de crispación y sordidez, con un PP atravesando la peor de las adolescencias, cada vez más encerrado en su habitación y cada vez más resentido con cuanto lo rodea (esto es, el resto del mundo), habría hecho bien Polanco, habría hecho bien Prisa, en no añadir más leña el fuego. La dos Españas no son cosa de uno solo. Y si esto se quema, aquí ardemos todos.
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