Una y otra vez Pennant y Zenden galoparon la banda con la pelota controlada. Una y otra vez Pennant y Zenden levantaron la cabeza en busca de alguien a quien dirigir su centro. Una y otra vez Pennant y Zenden bajaron la testa, frenaron su carrera, giraron sobre sí mismos y regresaron hacia la línea de tres cuartos para entregar el balón a Gerrard mientras Kuyt se emparedaba entre los centrales rivales. Porque Rafa Benítez tardó 78 minutos en dar entrada al salchichón Crouch, el Liverpool sólo comenzó a transmitir la sensación de que podía ganar el encuentro cuando ya lo perdía por 2-0. Es lo que tienen los entrenadores de libreta: te sacan a dos extremos pero a ningún delantero que pueda aprovechar sus pases. Y el gol se convierte en una paradoja del juego antes que en la distancia mínima entre tu equipo y la victoria.
Al otro lado de la vida (que a fin de cuentas eso es el fútbol), Ancelotti siguió no su propio manual, sino aquel que ha convertido a Italia en el país más odiado del mundo deportivamente hablando: nueve tipos conteniendo, uno que sepa qué hacer con la pelota y la hiena de turno para, toda vez conseguido el ritual tanto de rebote tonto, rematar la cosa en la tercera o cuarta jugada que protagoniza en todo el partido. Tal es la condición de Inzaghi, un sujeto de celebraciones insoportablemente histriónicas pero ciertamente recurrentes: no en vano conoce a la perfección los usos de su oficio. Inzaghi, el único delantero de los veintidós jugadores titulares, abandonó ayer Atenas con dos balones en el zurrón y una Copa de Europa sobre la cabeza. El gol, a menudo, no es fruto de la casualidad.
jueves, mayo 24, 2007
El gol siempre necesita quien lo marque
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