Los cuerpos sólidos resultan casi siempre impenetrables. El de Philipp Lahm dejó de serlo durante medio segundo y ya ven. España, que casi nunca gana títulos, se alzó con su segundo Europeo. Entre tanto jolgorio y desvarío, ¿me permiten añadir que el tanto de Fernando Torres tiene la belleza exacta, urgente aunque irónicamente distante, de Indy recuperando su sombrero un instante antes de que la piedra deslizante aplaste su brazo?
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