“Don’t try”, aconseja Charles Bukowski desde su propio epitafio: “No lo intentes, hazlo”. Y hacerlo, en términos bukowskianos, equivale a plantarse ante la máquina de escribir para vomitar las grandes suciedades y pequeñas bellezas de este mundo pasándose por el forro cualquier convención: social, moral, estética… Una fantasía muy masculina, se ha dicho, que aplicada más allá del papel en blanco acaba desembocando en una tipología de “paria orgulloso” (el estudiante universitario que en plena guerra se las da de nazi sin tener idea de quién es Hitler, el casi cincuentón que abandona su trabajo en correos para “morir de hambre” dedicándose a la literatura…), cuya aplicación extrema conduce irremisiblemente a ser devorado por la propia creación (el escritor ya reverenciado que patea a su novia frente a una cámara de vídeo). Y es precisamente tal descenso a los infiernos de la sinceridad lo que ha convertido al amigo Buk en una especie de ángel del yo escatológico; en términos más recientes y nacionales, héroe inspirador de la presente compilación. Un homenaje sin justificación objetiva, porque el tío nos cae bien, inevitablemente irregular pero por lo general correcto y no exento de perlas: algún verso de Eva Vaz, la fábula teletubi de Sergi Puertas, la verdad laboral de José Ángel Barrueco, el trabajadísimo infierno rural de Josu Arteaga, el siempre revelador ensayo de Eloy Fernández Porta… Son algunos de los que fueron más allá del intento. Bien por ellos.
(Esta reseña ha aparecido en el número de junio de Go Mag)
(Esta reseña ha aparecido en el número de junio de Go Mag)
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